jueves, octubre 29, 2009

Problemas fundamentales del universo. Análisis filosófico del conocimiento, dios, el alma, el universo, la nada y la libertad, 29:

Materia, realidad y existencia en Mario Bunge

(tercera de nueve entregas)

Por: Sagandhimeo

1.2 MATERIA Y PROPIEDADES

Hemos visto que la materia se define por su capacidad de movimiento (energía) (1.1), lo cual nos puede hacer suponer que existen dos entidades, por lo que no tendríamos un materialismo, sino un dualismo material-energista. O inclusive podríamos pensar que sólo existe la energía, pero la capacidad de movimiento es siempre sobre algo. Para no caer en tales artilugios es preciso ubicar la energía no como una entidad, sino como una propiedad de la materia, aclarando que "las propiedades y relaciones sólo pueden ser materiales de manera derivada, vale decir en virtud de la materialidad de las cosas involucradas: no hay propiedades ni relaciones en sí mismas, salvo como abstracciones" (Bunge, 2006:33), es decir que, las propiedades y relaciones no pueden ser meros nombres porque influyen sobre la materia, pero a su vez no son directamente materiales porque no existen por sí mismas, sino que se constituyen y transforman en razón de los objetos materiales que las contienen. En ese sentido, un materialismo consecuente afirma la diversidad de propiedades, ya que negarlas nos haría simplificar el concepto de materia.

Ahora bien, se puede confundir propiedad con predicado, en tanto que "una propiedad, tal como ser pesado, se representa mediante un atributo o predicado. Las propiedades se poseen realmente; los atributos se atribuyen verdadera o falsamente" (Bunge, 2002b:16) Es decir que, la verdad se refiere a nuestros conceptos y la realidad a los objetos. La confusión se genera porque predicado o atributo se refieren a lo que se dice de un sujeto u objeto, mientras que las propiedades es aquello que poseen los objetos (individual o colectivamente), por lo que las propiedades son objetivas, no hay que confundirlas con los predicados. En otras palabras, podemos asignar predicados infinitos y arbitrarios a cualquier cosa o persona, en la medida en que tales juicios coincidan con las propiedades que poseen los objetos: tales características serán atributos de las cosas y no meros juicios del observador.

Existen dos tipos de propiedades, las intrínsecas, "tales como el número de componentes de una cosa, y propiedades relacionales, tales como la velocidad" (Bunge, 2002b:17). Es decir que, si la materia está en constante movimiento, cada objeto produce cambios dentro de sí y a su vez interactúa con otros objetos y todo ello genera las propiedades correspondientes.

También podemos clasificar a las propiedades en esenciales y accidentales, "una propiedad esencial de una cosa es la que la cosa pierde si se transmuta en una cosa de especie diferente, en tanto que una propiedad accidental es la que no influye mucho, o no influye nada, en ninguna de las propiedades esenciales" (Bunge, 1999:34). Es decir que, si una propiedad determina el que un objeto se transforme en otro totalmente distinto, será una propiedad esencial, pero si solamente genera un cambio cuantitativo será una propiedad accidental. En ese sentido, las propiedades no solamente están contenidas en la materia, sino que la transforman, generando así materia de diferentes tipos, por ejemplo, la capacidad de supervivencia es una propiedad que poseen los seres orgánicos para mantenerse vivos. Esto no hace a Bunge un esencialista, pues no sostiene que lo que determina a un objeto sea su esencia, sino que conforme los objetos se complejizan van adquiriendo propiedades que los constituyen, pero pueden ser modificadas en cualquier momento.

Además podemos clasificarlas como absolutas y relativas, “las primeras son las mismas para todos (de manera relativa a todos) (…) ejemplos paradigmáticos de ellas son la existencia real, la carga eléctrica y la entropía de una cosa física, y la composición y estructura de un sistema (…) otras propiedades como la masa y la frecuencia, así como la posición y la velocidad, dependen del sistema de referencia” (Bunge, 2006:36) En otra palabras, hay propiedades que comparten todas las entidades en un mismo nivel de organización (como la vida en el nivel biológico) y hay otras que son específicas de cada entidad, como su volumen. Por lo que el movimiento de la materia mantiene cierta uniformidad y a la vez genera la diversidad.

Por otro lado, la propiedad de la energía no es solamente intrínseca, esencial y absoluta, sino que es la más importante y no podría ser de otra forma, pues es la que define a la materia misma, es decir, "la energía no es sólo una propiedad entre muchas otras, es la propiedad universal, el universal por excelencia" (Bunge, 2006:35). Pero a su vez ésta propiedad puede resultar ambigua, pues si todos los objetos materiales la poseen parece difícil distinguirla, dado que "puesto que la energía es un universal, resulta insuficiente como "ser", "existente" o "cosa" para caracterizar una cosa en particular"(Bunge, 2006:35), por lo que si queremos describir o explicar un objeto material debemos enunciar al menos dos propiedades, incluyendo a la energía.

En pocas palabras, todo objeto se compone de materia con propiedades, pues si no existieran las propiedades no habría diversidad y éstas son materiales de manera derivada, pues toda propiedad lo es de algo: la lucha de clases se da entre grupos humanos, los pensamientos existen en los cerebros, la digestión se da en organismos determinados y la combustión en compuestos químicos específicos, por mencionar algunos ejemplos. Esto no es un dualismo disfrazado, sino un monismo materialista con un pluralismo en las propiedades (Bunge, 1981), las cuales al no poseer existencia sin sus respectivos objetos materiales: no modifican el monismo de nuestra ontología científica.

Otras propiedades que poseen todos los objetos materiales son la existencia (que veremos en el último capítulo), el espacio y el tiempo. Estos últimos poseen características muy peculiares, por lo que los abordaremos en la siguiente sección.

1.3 ESPACIO Y TIEMPO

Hemos visto que todo ente material posee propiedades y que la propiedad fundamental es la energía (1.2), si bien no es posible evaluarla en razón de que todos la poseen, sí es posible medir la energía de cualquier entidad material, en cambio existen dos propiedades que también pertenecen a toda la materia, pero que no pueden medirse: el espacio y el tiempo, los cuales no son entidades materiales, pues si así fuera el espacio tendría la capacidad de cambiar, lo cual no tiene forma de verificarse pues no es posible percibir su movimiento. Si suponemos que el tiempo es material, podría moverse de manera discontinua, pero su velocidad depende de la fuerza de gravitación de los objetos materiales, pues a la velocidad de la luz el tiempo pasa lentísimo y en la estratosfera es un poco más rápido que a nivel del mar (Sagan, 2004:205). Es decir que, "el espacio es la estructura básica de la colección de las cosas: es un conjunto de relaciones y, como tal, no existe sin los objetos relacionados, que son las cosas" (Bunge, 2002b:21). Y a su vez "el tiempo es la estructura básica de la colección de acontecimientos. Para que haya tiempo, debe haber cosas capaces de cambiar, es decir, entidades materiales." (Bunge, 2002b:21).

En ese sentido, el espacio y el tiempo no existen por sí mismos, sino que constituyen una red de conexiones entre las cosas, en tanto que los objetos materiales forman parte de sucesos. En particular, "el espacio y el tiempo no son cosas concretas, puesto que no poseen energía" (Bunge, 2006:335). Aunque suponemos que nuestro autor no quiso decir concretas, sino con capacidad de movimiento, puesto que los campos físicos no son concretos. Es decir, que el espacio y el tiempo no son materiales por no poseer energía, mientras que los objetos materiales se mueven en el espacio y en el tiempo en razón de que poseen energía.

Consecuentemente, “el espacio es el modo de espaciarse las cosas, y el tiempo el modo de sucederse los sucesos que ocurren en las cosas" (Bunge, 1981:39). Es así como podemos explicar la materialidad del mundo incluyendo al espacio y al tiempo como conexiones.

Por otra parte, al ser el espacio y tiempo una red, implica que no pueden separarse, pues uno y otro posibilitan el movimiento sucesivo (tiempo) y simultáneo (espacio), es decir que, "el espacio y el tiempo, si bien son conceptualmente distinguibles, en realidad constituyen un único bloque, el universo" (Bunge, 2006:335). Pero en otro lado, Bunge entiende el universo como la totalidad de los objetos materiales (Bunge, 1981). Nosotros consideramos que posee mayor consistencia este último argumento, pues si todo cuanto existe es material, la suma de los objetos materiales constituye la totalidad de lo existente (universo), en cambio el bloque espacio-tiempo es solamente la red que se entreteje sobre los objetos materiales, misma que hace posible los campos físicos. Es decir, espacio y tiempo son los ligamentos que unen a la totalidad de los objetos materiales, donde no haya tales objetos tampoco habrá temporalidad ni espacialidad, es decir, no habrá nada, lo que abordaremos en el último capítulo.

En pocas palabras, no debemos multiplicar los entes innecesariamente, pues para un materialismo congruente basta con una sola entidad: la materia, la cual posee propiedades y genera el espacio y el tiempo en tanto utiliza su propia energía. Pues si supusiéramos que materia, energía, espacio y tiempo son entidades irreductibles, como sostiene Arana (2001), habría que explicar cada una de sus interacciones y naturalezas de manera aislada, lo que no nos permitiría dar cuenta de la realidad eficientemente. Ya que habría que justificar la autonomía ontológica de al menos cuatro entidades y al mismo tiempo su interacción en una misma realidad, lo que nos mete en dificultades similares a las que se enfrentó Descartes con su dualismo psicofísico.

Es decir, nuestro materialismo científico no puede reducirse a una materialidad meramente concreta, sino dinámica, esto implica que todo lo material posee energía y otras propiedades, entre ellas deben estar necesariamente el espacio y el tiempo, pues entenderlos por separado generaría un pluralismo ontológico y no el monismo materialista que defendemos.

1.4 MATERIA Y EMERGENCIA

Hemos visto que el universo se compone de objetos materiales con sus propiedades (1.3), sin embargo hay propiedades que no forman parte de entes individuales, sino que forman parte de las totalidades, lo que se verá en adelante.

En general, los materialismos e idealismos en la historia de la filosofía han sufrido de limitaciones, tanto los primeros por reducir la realidad a su mera materialidad, como los segundos al insertar elementos externos que requieren una nueva explicación y así sucesivamente. En ese sentido, de uno u otro modo se admite que la realidad se compone de materia, pero al no tener un visión compleja de lo que es material, se tiende a los reduccionismos ontológicos.

Bunge trata de superar éstas dicotomías con el concepto de emergencia. En la sección anterior (1.3) vimos que la materia cambia constantemente y posee propiedades, y que dichas propiedades transforman a la materia. A su vez la materia en su transformación genera nuevas propiedades, esto es, propiedades emergentes. Es decir, "...algunos cambios, tales como el desplazamiento y la mezcla, son cuantitativos, otros como la combinación química y la formación de nuevas organizaciones son cualitativos. De modo equivalente, estos cambios involucran la emergencia (adquisición) o extinción (pérdida) de ciertas propiedades." (Bunge, 2006:37). Es decir, que la materia no sólo tiene la capacidad de cambiar, sino de complejizarse. En tal sentido, no todo cambio genera propiedades emergentes, pues para que tal hecho ocurra se requiere que los cambios sean cualitativos, es decir, que los objetos en cuestión formen totalidades o estructuras (dichas totalidades para nuestro autor constituyen sistemas, lo cual no abordaremos en esta obra, pues excedería nuestra delimitación temática).

Ahora bien, éstas propiedades emergentes a primera vista pudieran parecer un inserto idealista como el dios creador para explicar el inicio del universo, o una "imposibilidad de explicar la novedad cualitativa en términos de los constituyentes de la totalidad en cuestión y sus relaciones" (Bunge, 2006:37). Sin embargo no se cae en idealismos en tanto se conciben las propiedades como existentes derivados de la materia y no es una imposibilidad en tanto explicación pues no está reduciendo los componente a lo más simple "por ejemplo, un subsistema cerebral capaz de tener experiencias mentales de algún tipo está compuesto por neuronas, células gliales y otros tipos de células, ninguna de las cuales es capaz de tener pensamientos, del mismo modo, una empresa comercial, aunque está compuesta por personas, ofrece productos que ningún individuo [aislado] podría producir" (Bunge, 2004:188) Es decir, que las propiedades emergentes no surgen de la nada, sino que siempre derivan de objetos materiales y sus respectivas combinaciones, pues la materia se va complejizando conforme encuentra más y mejores modos de organizarse, donde lo químico posee más propiedades que lo físico y lo mismo sucede con lo biológico y lo social, ya que mientras más compleja es una totalidad más propiedades genera, pero no por ello dejar de ser material.

Esto es muy claro en la sal, pues el sodio y el cloro son sumamente dañinos para el humano, pero cuando forman el compuesto químico de la sal son sumamente benéficos, es decir, las propiedades de tales elementos se pierden en el compuesto, el que a su vez genera nuevas propiedades. La explicación se dificulta cuando se pretende explicar la emergencia de la vida a partir del conjunto de moléculas orgánicas, pues "los procesos de emergencia son mucho más difíciles de explicar que los de agregación y dispersión. Por ejemplo, no hay ninguna teoría aceptada acerca del modo en que emergieron los organismos a partir de materiales abióticos, alrededor de 3000 millones de años atrás (...) lo mismo ocurre con la emergencia de la mente..." (Bunge, 2004:40). Lo que se expondrá en la siguiente sección (1.5).

Esto puede clarificarse aun mas cuando se comprende que la energía no solamente genera un mero movimiento cuantitativo en la materia, sino que "... el movimiento puede inducir un cambio cualitativo, como en el caso de dos átomos que se aproximan y se combinan en una molécula o el encuentro de varias personas en un lugar formando un sistema social. Dicho de otro modo, es posible que el cambio cualitativo haga posible una transformación cualitativa" (Bunge, 2001:146). Es decir, que la emergencia no resulta de la mera suma de elementos, sino que cuando los objetos materiales se conjugan de modo que formen un todo, tal elemento es un nuevo objeto material, por lo que también poseerá propiedades, en tanto que “Toda propiedad lo es de algún objeto, y no hay objetos sin propiedades.” (Bunge, 2002b:16).

En pocas palabras, aunque resulta más sencillo explicar la emergencia de propiedades químicas a partir de elementos físicos (como en la sal), que explicar la emergencia de propiedades biológicas a partir de compuestos químicos o de propiedades sociales a partir de individuos humanos: el proceso es el mismo, a saber, el desarrollo de la materia mediante la formación de nuevas estructuras. Por lo que no debe entenderse la emergencia de vida y sociedades como ajena a la materia, lo que veremos en la siguiente sección (1.5).

En resumen, la materia posee energía, entreteje su propio espacio y tiempo y posee propiedades, algunas de ellas son emergentes, en tanto corresponden a las totalidades que construye la materia en su propio movimiento. Las propiedades emergentes más importantes son la vida, la mente y la cultura, lo que se verá en adelante.

(Continuará…)

martes, octubre 27, 2009

Reyertas 61: Cuatro postales de América Latina

La ferocidad con que el gobierno de Felipillo I, el espurio, lanza sus ataques contra el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) es motivo suficiente para que los revolucionarios de este país centremos nuestros esfuerzos en apoyar la organización de los obreros que defienden su materia de trabajo. Pero ello no quiere decir que dejemos de ver el bosque por actuar en el árbol. Es importante que hagamos en estos difíciles días un breve alto para reflexionar sobre los asuntos que se están presentando a escala internacional. Por principio de cuentas, habrá que señalar que, en las semanas recientes la situación de nuestra América ha estado marcada por cuatro escenas que se vienen desarrollando en cuatro naciones diferentes: México, Honduras, Nicaragua y Uruguay. El desarrollo estos escenarios está condicionado por el predominio a escala internacional de la fase depresiva del ciclo económico. Sin embargo, el carácter mundial no implica que la superación de la depresión económica se vaya a resolver al mismo tiempo en todas las naciones, por el contrario. Mientras la economía de algunas naciones de Sudamérica está entrando en una fase de recuperación, v. gr. Brasil, la mayoría de las latinoamericanas está arribando a la parte final de la depresión, y algunas otras, como México, sus gobiernos se obstinan en instalar al país lo más cómodamente que le sea posible en la fase depresiva del ciclo.

Aunque los hechos demuestren el próximo año que la recesión más fuerte desde 1929 (pero la cual sin duda sería un juego de niños ante una crisis en la que se combinen el quebranto de la economía estadounidense con el de la china), se superase o se prolongare, la realidad es que las tensiones sociales se están acumulando y el inicio de un nuevo ciclo económico, con el respectivo período de ascenso, serán campo fértil para que se multipliquen las expresiones sociales de lucha. Entre más rápido salga una nación de la depresión, menor potencial revolucionario se acumulara; pero al contrario, entre más se tarde en llegar la fase de recuperación mayores energías se acumularán en la sociedad. En estos términos vale la pena hacer un breve recuento de los cuatro escenarios que están acaparando la atención.

Sombras nada más

Nueve años después muchos mexicanos apenas se empiezan a dar cuenta que el cambio tan prometido no fue más que una promesa de campaña: los panistas de Fox y Calderón solamente se han distinguido de los gobiernos priistas en que presumen de ser más apegados a las costumbres de la mochería. Más allá de ello no hay evidencias reales de algo que diferencie objetivamente al PAN del PRI. Salvo para algunos ingenuos creyentes de la consigna “López Obrador es un peligro para México”, para nadie más era un secreto que la famosa guerra contra el narcotráfico que está desplegando el gobierno federal era un simple pretexto que encubría la tendencia creciente al crecimiento de las fuerzas represivas en el país, pero no para combatir a los cárteles de la droga u otras organizaciones criminales sino para enfrentar cualquier tipo de protesta social que pudiese surgir como efecto de la imposición de nuevas reformas estructurales.

De por sí resultaba ya sospechoso que pese al escándalo que se realiza en los medios masivos de comunicación cada que se detenía a algunos mandos medios del crimen organizado, mientras que el poder de esas mismas organizaciones se reafirmaba. Ahora, los operativos policíacos y militares que se desplegaron en el caso de la extinción de Luz y Fuerza del Centro (LFC) no dejan lugar a dudas. Felipillo I, el católico, está empeñado en cumplir las promesas que en campaña le hizo a sus verdaderos electores: el capital librecambista que lucra con los mexicanos. Al artero golpe en contra de los trabajadores electricistas se suma el proyecto para profundizar el carácter confiscatorio del ingreso de las clases subsumidas que tiene la política fiscal mexicana.

El rumbo que ha tomado el país con las políticas neoliberales, y la obstinación en recurrir a ellas en momentos de tremenda depresión económica mundial, auguran que las dificultades van para largo. Sobre todo cuando sobre la cabeza de los trabajadores pende la amenaza, cada vez más cercana, de la Reforma Laboral Neoliberal (RLN).

Tanta obcecación calderoniana está generando tanto descontento social que bien podrían hacer realidad una realidad con la que hasta ahora ha jugueteado ingenuamente la izquierda revolucionaria: 2010.

Broncas hondas y duras

Tampoco las cosas pintan muy claras en el caso del Golpe de Estado en Honduras. Esta semana se cumplen ya cuatro meses que el congreso encubrió la acción golpista del militar Romeo Velásquez al colocar en la presidencia al señor Roberto Micheletti. El conflicto estaba tomando un rumbo distinto a partir de que el 21 de septiembre el presidente José Manuel Zelaya, como lo comenté en Reyertas 57: Al filo en las Honduras, sin embargo en las semanas que han seguido el gobierno golpista ha conseguido, a duras penas, ganar un valioso tiempo que lo acerca a su objetivo: mantener un status quo benéfico para la conservadora burguesía terrateniente parasitaria (encabezada por los expresidentes Carlos Flores Facussé y Ricardo Maduro) que se benefician de las sumisas alianzas que establecieron con el capital imperialista.

Por desgracia, entre el papel de comparsa que ha desempeñado la Organización de Estados Americanos (OEA), la cuál si bien ha mesurado su papel como instrumento del imperialismo aún mantiene un sesgo que intenta ser discreto, y la falta de creatividad que ha exhibido el movimiento popular hondureño que respalda a Zelaya.

A estas alturas los escenarios más probables que se dilucidan como solución al Golpe de Estado en Honduras es que las elecciones se realicen bajo el gobierno de facto, y con ello se pretenda dar por zanjado el asunto con la formación de un nuevo gobierno que comience a funcionar a partir de 2010 e, incluso, los golpistas tendrían pocas trabas para aceptar el regreso de un presidente ya sin poder y sin capacidad para cambiar algo. La alternativa que se perfila, si es que el movimiento popular no logra crear algo sorpresivo, es que Zelaya acepte las condiciones de docilidad que le imponen los golpistas para, en consecuencia, se realice su regreso antes de las elecciones de finales de noviembre.

Entre Sandino y Somoza solo un Ortega

La resolución judicial, del 19 de octubre pasado, que abre la posibilidad para que el actual presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, se reelija consecutivamente como presidente de la nación centroamericana confirma tres cosas que ya se sospechaban. Primero, que hace mucho tiempo que para Ortega el sandinismo y el socialismo no son más que una máscara para ganar cierta legitimidad en el plano internacional, pues ambas definiciones le facilitan la cercanía con gobiernos que han sido más consecuentes con su carácter socialista como el de Cuba o Venezuela. Pero, en realidad Ortega no tiene ningún prurito en violar los principios del sandinismo o del socialismo, cuando así le conviene.

Segundo, que la política de votar por el menos malo suele ser la peor decisión posible desde la perspectiva de los intereses de la clase trabajadora. No es posible negar que el triunfo de Ortega en las elecciones del 5 de noviembre de 2006 fue un triunfo del proletariado nicaragüense, pero a final de cuentas, el menos malo de los candidatos terminó cumpliendo su previsible destino fatal: traicionar al pueblo. Tercero, la mezquindad y oportunismo que caracterizan a los supuestos renovadores del sandinismo. Ésos discípulos de Sergio Ramírez y de Ernesto Cardenal que al no ver satisfechas sus ambiciones de poder fueron capaces de cambiar la camiseta de los principios socialistas que defendía el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) por las de la tercera vía, en un primer momento, o de plano llegar al “supuesto” retiro político pero sin dejar de hacer propaganda favor de ese fraude al pueblo que representa la socialdemocracia al estilo europeo, ¿alguien olvida que ésa está representada por personajes de la talla del español Felipe González o del escocés Anthony Blair?

Esperando la luz al final del túnel

Las elecciones presidenciales del pasado domingo 25 de octubre en Uruguay arrojaron el triunfo del candidato del Frente Amplio (FA), el exguerrillero tupamaro José “pepe” Mujica. Sin duda que la biografía de pepe muestra a un personaje comprometido y radical, por tanto, es mucho más prometedora que la del actual presidente Tabaré Vázquez cuando ganó las elecciones presidenciales en 2004. En consecuencia se puede pensar que, al menos, Mujica sería un presidente mucho más consecuente con el programa de las izquierdas uruguayas de lo que lo ha sido el tibio Tabaré.

Sin embargo, todavía hay dos escollos que los trabajadores uruguayos deben superar para festejar a pepe. Primero, deben lograr refrendar en la segunda vuelta el triunfo electoral (en la primera vuelta sacó ventaja de 18 puntos porcentuales pero no alcanzó el 50% de la votación total); y segundo, deben obligar a Mujica a ser consecuente con el programa, a evitar que el individuo traicione a la clase.

Ni la muerte ni la derrota son opciones: ¡NECESARIO ES VENCER!

domingo, octubre 25, 2009

Memoria proletaria 3: ¿Cuentos chinos; de la revolución a la contrarrevolución?

Según la astrología china, los años que transcurren bajo el signo el búfalo estarán colmados de prosperidad que se alcanza a través de la fortaleza y el trabajo. Al intentar compaginar el calendario gregoriano que rige la medición del tiempo en occidente con la sucesión de signos del calendario astrológico chino, encontraremos que la mayor parte de 1949 coincidió con un año regido por el signo del búfalo. Bajo esas premisas podría suponerse que el triunfo de la revolución encabezada por el Partido Comunista (PCCh), el 1 de octubre de 1949, es la demostración más clara de la sabiduría del ancestral pensamiento chino. Dicho triunfo no sería más que el justo reconocimiento, la prosperidad ocasionada por la perseverancia y arduo trabajo que los comunistas dirigidos por Mao Tse-Tung desplegaron, no solamente los últimos tres años de la Guerra Civil (1946-1949), sino durante buen parte de la etapa de la República China (1912-1237), pues el PCCH se fundó en 1921, y la invasión japonesa durante la Segunda Guerra Mundial (1937-1945).

Sin embargo, el pensamiento supersticioso (tan acremente criticado por Mao en sus escritos) deja sin explicar en realidad que la prosperidad también fue perseguida con mucho trabajo por los partidarios del Partido Nacionalista o Kuomintang (KMT), que era dirigido por Chiang Kai-Shek. Ambas partes fueron fuertes y trabajaron incansablemente por ganar el derecho a gobernar china bajo su programa político. Eso en un momento dado significaría que las dos facciones contendientes debieron alcanzar la prosperidad en su momento. Pero no fue así.

En realidad, la situación puede explicarse de forma más precisa cuando se hace uso de una concepción teórica apegada al pensamiento científico. Por un lado, debe reconocerse que el trabajo político desplegado por el PCCh fue amplio y consecuente con las necesidades del pueblo chino, lograron asimilar que se trataba de una sociedad mayoritariamente agraria que mantenía arraigadas muchas costumbres impuestas por tres siglos de dominación de la dinastía Qing, que gobernó el Imperio Chino desde el año 1644 hasta el acontecimiento de la Revolución Xinhai de 1912. Por el otro lado, estaba el KMT más empeñado en la lucha por el poder desde las capas superiores de la sociedad china, por ello es que, a pesar de contar con todos los recursos del Estado, fue incapaz de someter a los “Señores de la Guerra” por más de una década. Éstos habían ido incrementando su poder desde la deposición de Puyi, el último emperador de China hasta alcanzar su máximo esplendor en la primera parte de la década de los años 1920, para por fin ser controlados hasta 1927. En realidad la política del KMT no tenía más objetivo que proteger los intereses de los grandes terratenientes y comerciantes que habitaban en China, intereses que se contraponían con los partidarios del imperio, pero no de manera radical. Por ello es que en cierto sentido, algunas facciones de ese partido coquetearon con la idea de restaurar a Puyi como emperador, posibilidad que quedó completamente diluida cuando éste personaje aceptó el cargo en Manchuria (región al norte de China) que le ofrecieron los japoneses durante la invasión a China.

Pese al empeño puesto en modernizar al gigante asiático, Chiang Kai-Shek fue incapaz de encabezar un gobierno que aplicase propuestas que resolviesen los graves problemas de China, por el contrario la situación se agravó tras el final de la Segunda Guerra Mundial y la expulsión de los japoneses. A ello, hay que agregar el factor de la enorme esperanza que le inyectaba al pueblo chino la política desplegada por el PCCh. En más de una ocasión el gobierno del KMT recurrió a la política de exterminar a sus adversarios políticos; el asesinato de dirigentes sindicales y agrarios se volvió común en esos años de guerra civil, pero ello no minó la fuerza del partido revolucionario. Al contrario.

Tras tres intensos años de guerra entre las fuerzas del KMT y del PCCh, éste obtuvo una gran victoria que le permitió promulgar la fundación de la República Popular China el 1 de octubre de 1949. Mientras que los partidarios de Chian Kai-Shek se refugiaron en las islas que rodean a la de Taiwán, desde donde han mantenido la existencia de la República de China.

Hacer la revolución en aquella nación asiática no fue sencillo, requirió de un gran esfuerzo por parte del pueblo que incluyo salir airosos de dos guerras civiles (1927-1937 y 1946-1949), una invasión extranjera (la japonesa, 1937-1945), una gran migración que obligó a miles de personas del sur hacia el norte del país para evitar el exterminio total, episodio que se conoció como la Gran Marcha, amén de los dirigentes sindicales, campesinos y populares que fueron asesinados por las fuerzas del KMT.

En días pasados ese esfuerzo fue celebrado con grandes fiestas por parte del gobierno chino encabezado por el presidente Hu Jintao, quien por cierto solamente tenía 6 años cuando Mao Tse-Tung proclamaba el triunfo de la revolución. Entre los actos de festejo del 60º aniversario de la Revolución China, se incluyó un fastuoso desfile militar, el más grande que la humanidad haya visto, con el cual se pretendió hacer gala de una pequeña porción del poderío militar que ha alcanzado China. Por cierto, que en los siguientes videos se pueden apreciar algunas imágenes del tamaño que tuvo tal parada.

Sin embargo, el desarrollo de las fuerzas armadas en la República Popular debería ser motivo para detenerse a reconsiderar qué ha sido de la Revolución. ¿Realmente hay una transformación en China que esté tendiendo a eliminar las contradicciones sociales a su interior? ¿El modelo chino de socialismo está permitiendo que las clases vayan desapareciendo paulatinamente? ¿El enorme progreso de las fuerzas productivas es un progreso que no solamente es construido por los trabajadores y campesinos, sino que es dirigido y va en beneficio de éstos? ¿El poder político no ha servido para consolidar nuevas burguesías en esencia anticomunistas? ¿El PCCh ha obligado a los trabajadores a convertirse en esquiroles del proletariado? ¿El enorme desarrollo chino de los últimos años no se trata de una fase de crecimiento capitalista protegido por el Estado, tal como ocurrió con las grandes potencias capitalistas de Europa y Estados Unidos? ¿El PCCh ha traicionado a la revolución, a los trabajadores, a los campesinos; para convertirse en un nuevo imperialismo capitalista?

Muchas interrogantes por resolver, por desgracia muy pocos elementos se tienen desde este lado del mundo para poder dar respuestas a profundidad a todas esas preguntas. Lo que sí es posible hacer es dar un esbozo que dé una respuesta al conjunto y permita ir sentando las primeras hipótesis para tener una mejor idea de cuán conveniente le es al proletariado mundial el ascenso de China.

Por principio de cuentas, el empeño por incrementar su potencial militar es un indicio de que existen en aquella nación más que una necesidad por defender al socialismo, hay cierta vocación hacia la construcción de un imperialismo que compita con los europeos, el japonés y el estadounidense. Esta idea se ve reforzada por la renuncia que en la práctica ha hecho el PCCh al carácter internacionalista del socialismo. Es cierto que cada pueblo está obligado a realizar su propia revolución socialista, ninguna nación podrá sustituir las fuerzas populares. Sin embargo, en el largo plazo la única manera en que realmente puede triunfar una revolución es que el socialismo se generalice por el mundo como modo de producción, de lo contrario el propio peso del capitalismo podría desmantelar abiertamente o en forma discreta a cualquier revolución. Al PCCh no le toca hacer la revolución en otras naciones, pero sí tiene la obligación de compartir información, experiencias, teoría, apoyo diplomático, etc. no solamente con otros gobiernos que se denominen socialistas, sino con los propios movimientos u organizaciones revolucionarias. En ese sentido, hay que reconocer que China despliega una política exterior poco revolucionaria pero altamente conveniente al desarrollo de sus fuerzas productivas y que eventualmente podrían convertirla en un contendiente a la hegemonía imperialista. En otras palabras, tanto con naciones de América Latina como de África y Asia ha establecido relaciones comerciales que le abren le garantizan fuentes de las cuales importa materias primas, pero que dejan abierto el camino para en un futuro no muy lejano incrementar el volumen de la exportación de capitales. En años recientes, Cuba, Brasil y Venezuela, por referir algunos, han anunciado que el gigante asiático realizará inversiones productivas en esas naciones. En cambio, Estados Unidos y Europa se están convirtiendo en los principales compradores de las manufacturas chinas; de hecho el crecimiento del PIB chino en la presente década está ligado estrechamente al crecimiento de sus exportaciones.

Por otro lado, es cierto que en su momento la revolución China sirvió como aliciente para el ánimo revolucionario en el mundo, en específico en América Latina. Como bien recordó Fidel Castro en uno de sus artículos de la serie Reflexiones de Fidel Castro, titulado “La historia no puede ser ignorada”, que la propia Revolución cubana fue animada por el acontecimiento de la china, cuando señaló: “Nadie había imaginado entonces que menos de cuatro años después de aquella memorable fecha, sin ningún otro vínculo que el de las ideas, en la lejana Cuba se produciría el ataque al Cuartel Moncada el 26 de Julio de 1953, y apenas nueve años después de la liberación de China triunfaría la Revolución Cubana a 90 millas de la metrópoli imperialista.”

Sin embargo, no es posible soslayar el papel que China comenzó a desempeñar desde inicios de la década de 1970, cuando las reuniones secretas de Mao Tse-Tung con Henry Kissinger (el supercanciller estadounidense que tuvo un papel clave en la política exterior estadounidense para servir como catalizador de la implosión del Bloque Soviético) en 1971 y la multipublicitada visita posterior que Richard Nixon realizó en 1973 a la nación asiática. Pese a la defenestración que Nixon sufrió poco después por el asunto del Watergate, la tendencia colaboracionista de China con Estados Unidos fue en aumento. A tal punto que hoy, aquélla es la principal socio comercial de ésta.

Es cierto que las reformas implementadas en los años ochenta por el máximo dirigente de la revolución Deng Xiaoping, han permitido modernizar a China a pasos acelerados. No obstante, la forma en que se han desarrollado las fuerzas productivas chinas ha permitido la creación de una nueva pequeña-burguesía que se apoya en el incremento exponencial de la absorción de millones de campesinos que cada año se convierten en trabajadores que perciben salarios que les impiden consumir todo lo necesario (lo cual va en detrimento del propio mercado interno) y que habitan en condiciones que, según los reportes de varios viajeros occidentales, recuerdan los cuadros descritos sobre los estragos sociales que ocasionó la Revolución Industrial en la Inglaterra de comienzos del siglo XIX.

Finalmente, ni el pensamiento supersticioso ni el fanatismo religioso han sido erradicados entre el pueblo chino. Por un lado, muchos de los elementos del pensamiento que sustentaba ideológicamente a las dinastías imperiales se ha ido filtrando en los últimos años por todos los medios: Internet, medios de comunicación masiva, escuela, etc., de cierto modo el comercio exterior también es reflejo de ello. Actualmente en países bastante lejanos de China es posible hallar a vendedores que ofrecen productos milagrosos de origen chino, que dicen curar cualquier tipo de dolencia porque están basadas en la antigua sabiduría oriental. Por el otro lado, el incremento del fanatismo budista al interior de la nación asiática y a escala internacional ha sido bien aprovechada por ese merolico sinvergüenza de nombre Tenzin Gyatso, que no tiene empacho en explotar la miseria de su pueblo y la ignorancia del mundo al arrogarse un título de supuesta santidad suprahumana, el de Dalai Lama, pero que tiene toda la terrenalidad de haber sido impuesto por el nada sacro Gengis Khan; para reactivar una campaña de hostigamiento contra el gobierno chino, abriendo el paso para que la descomposición social impulsado por la religión vaya propagándose. No hace mucho el budismo ocasionó disturbios en el Tibet y hace todavía menos los musulmanes de la etnia uigur extendieron la confrontación hacia el noroeste de China. Finalmente, el fanatismo también se expresa en el arraigado culto a la personalidad que la sociedad china todavía realiza. Los juegos olímpicos de Pekín o Beijing (si se prefiere) de 2008 fueron el escaparate perfecto para mostrar que en China las figuras míticas de Mao Tse-Tung y Deng Xiaoping no solamente eclipsan al Mao y al Deng de carne y hueso, sino también oscurecen en términos absolutos el papel de los trabajadores chinos en la construcción de la actual modernidad china.

Para muestra del culto que se ha fomentado con la imagen de Mao, nada más obsérvese el cartel que insertamos aquí:


De los elementos anteriores se puede establecer como hipótesis tanto de investigación histórica como para la revolución internacional, que el PCCh traicionó desde tiempo de Mao a la revolución, y que en consecuencia, es necesario que el proletariado en China comience a preparar una nueve revolución, una verdaderamente socialista que aproveche el gran avance que no se tenía en 1949, ahora el desarrollo de las fuerzas productivas está muy avanzado.

lunes, octubre 19, 2009

Reyertas 60: Valentía iluminada

Debe reconocerse que Felipe I, el espurio, ha hecho gala de una valentía enorme para apoyar a esas 400 grandes empresas que, según los datos del Sistema de Administración Tributaria (SAT), el año pasado ganaron 4 billones 960 mil millones de pesos, pero que, mediante diversas artimañas, solamente pagaron 85 mil millones de pesos en lugar de los 850 mil millones que debieron haber entregado al fisco por concepto de Impuesto Sobre la Renta (Véase La Jornada, 17/X/09). Los 765 mil millones de pesos que esa minoría privilegiada dejo de pagar equivalen a más de 18 veces el presupuesto del programa Oportunidades, mediante el cuál se podría crear una clientela electoral de 25 millones de mexicanos que recibirían mensualmente entre mil y dos mil pesos. Esa cantidad también sería suficiente para que la UNAM incrementase 36 veces su presupuesto. Sería posible desarrollar más ciencia, más tecnología, más empleos con esos 765 mil millones de pesos que el gobierno de Fepilllo I, el breve, ha evitado reclamar a los empresarios en un acto de valentía. Sabe bien que los trabajadores mexicanos le reclamaran que deje de cobrárselos a esos grandes consorcios en una época de crisis. Aún se necesita más valor para, en estas condiciones, tomar la dolorosa pero necesaria decisión (claro, siempre desde el punto de vista del capital librecambista) de extinguir la compañía de Luz y Fuerza del Centro (LFC) para dejar sin trabajo a 44 mil obreros. Un movimiento que no reportará ningún beneficio económico para el presupuesto federal. Por el contrario, hará que se erogue más en los próximos años.

Sería muy ingenuo creer que la desaparición de LFC es en verdad una medida que beneficiará a los trabajadores del país. Por principio de cuentas, las jugosísimas liquidaciones ofrecidas por el autodefinido presidente del empleo, implicarían que en el transcurso de un mes se erogarían del presupuesto federal $9,583,200,000 (sí, leyó usted bien estimable lector: nueve mil quinientos ochenta y tres millones doscientos mil pesos), lo que equivale a más de 6 veces el subejercicio presupuestal que los administradores de LFC acumularon entre enero y septiembre del 2009, monto que habría servido para que la empresa cumpliese los acuerdos de productividad firmados con el sindicato. Si a Calderón se le hubiese ocurrido la idea de que antes de extinguir la compañía, valía la pena rescatarla (como se hizo con los bancos o con las carreteras), el pago de salarios en el periodo que va del 15 de octubre al 14 de noviembre solamente sería $290 millones, no los más de $9 mil millones que se prometen pagar en el mismo período por liquidaciones.

Sobre las pensiones ni hablar. Resulta que, según Felipillo I, el católico, ya embarcó al Sistema de Enajenación de Bienes (SAE) como el encargado de pagar éstas. El monto de ellas, según las cifras del propio Calderón, son superiores a los 160 mil millones de pesos. En consecuencia no hay tal ahorro, aunque según el espurio es el que representa las mayores fugas de capital para la empresa.

Para Felipillo I la situación de la compañía era incosteable: tenía pérdidas por $33 mil millones de pesos. Las cuales, según él, son responsabilidad absoluta de los trabajadores, porque tienen privilegios más allá del promedio de los trabajadores de México. Sin embargo, al desglosar las cuentas hasta los periodistas más adictos al capitalismo se encuentran con una sorpresa que no pueden digerir. La compañía de LFC factura $48 mil millones al año, pero debido a que las administraciones no invirtieron en generación de electricidad (¿eso es culpa de los funcionarios puestos por el gobierno o de los trabajadores sindicalizados?), la empresa tiene que comprar la electricidad a las plantas generadoras de la Comisión Federal de Electricidad (CFE), que se la vendían por encima de las tarifas al usuario final que la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) establece. Así, la CFE le cobraba anualmente a LFC más de $56 mil millones por la electricidad. Ejerciendo una forma de Dumping, una práctica penada por las leyes de muchos países, incluido México. Además de ocasionar pérdidas anuales superiores a los 8 mil millones de pesos, ese simple hecho demuestra que la CFE, como organismo autónomo descentralizado, es corresponsable de las pérdidas en LFC. Por si fuese poco, se reporta que la compañía perdía el 32.5% de la electricidad que distribuía, monto que equivalió a $25 mil millones. De esas pérdidas hay que tomar en cuenta que al menos la tercera parte son pérdidas normales en el sistema, que se incrementan en función de la distancia deba recorrer la electricidad (desde su punto de generación hasta el punto en que se consume) y de la mayor altura sobre el nivel del mar, más pérdidas se tendrán por simples fenómenos físicos que acontecen en la transmisión de energía. Los otros dos tercios de pérdidas son por robo y obsolescencia del sistema de distribución del fluido eléctrico. Elementos que no son atribuibles a nadie más que a la misma administración de la empresa, que es responsable de mantener en orden a los usuarios y las instalaciones en las mejores condiciones para los usuarios. Al sumar las pérdidas de energía con el sobreprecio por el fluido que cobra CFE se tienen más de $33 mil millones, curiosamente el monto que la empresa pierde, según el discurso oficial, por pagar las prestaciones del Contrato Colectivo de Trabajo del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME). Esta simple operación demuestra que la famosa inviabilidad de la empresa no se debe a los derechos que los trabajadores han consiguiendo, sino a las pésimas administraciones de funcionarios privilegiados que no dan resultados. Véase dónde estaban en LFC los “privilegiados”, mientras el salario mensual promedio de los sindicalizados era de $6,600, el director general de la LFC (quién nunca hizo realmente algo por mejorar el servicio) cobraba $240,000 al mes. Es decir una cantidad suficiente para pagar el salario de 36 electricistas. Por cierto, el salario mensual que en promedio devengan los trabajadores mexicanos no está demasiado lejos del de los electricistas de LFC, ya que con el 4% de aumento en este año, aquél ronda los $5,100.

La modernización de las instalaciones era una necesidad que los trabajadores del SME venían exigiendo desde hace algunas décadas y que la dirección nunca estuvo dispuesta a realizar. Esa indolencia administrativa obligó a los electricistas de LFC a ingeniar formas de trabajo muy distintas a las que se requieren para operar el moderno equipo al que están acostumbrados los electricistas y contratistas de la CFE. Esa diferencia es la que ha provocado el incremento de las fallas en la zona que operaba LFC y que solamente tienen dos soluciones. O habrá que esperar varios meses, e incluso años, hasta que los electricistas de LFC sean recontratados por CFE y se genere la experiencia requerida, o se modernicen los sistemas de operación. Ambas soluciones requieren incrementar el gasto presupuestal en la distribución de electricidad en la zona, soportar el empeoramiento del servicio por un tiempo (sea por el adiestramiento requerido para los trabajadores o por las obras de modernización). Para realizar cualquiera de esos gastos no era necesario liquidar a la LFC, pues la inversión en capital fijo no depende de la compañía que lo instale, sino del precio que cobren los proveedores.

Para concluir es importante señalar dos asuntos más. Primero, es cierto que de manera inmediata la extinción de la compañía no implica la privatización del servicio, pero sí es un paso hacia ella. Hasta ahora en LFC no se adquiría directamente electricidad de los Productores Independientes de Electricidad (PIE), sino que se generaba una pequeña parte en plantas obsoletas como la de Necaxa o Lechería (la primera con más de 103 años de operación) y la otra se adquiría de CFE. Sin embargo, la comisión federal sí adquiere electricidad de PIE, a tal punto que de la energía que se consume en el país el 38% es generada por privados, tal como lo reporta el documento elaborado por Alberto Montoya Martín del Campo, Análisis de la extinción de la Compañía de Luz y Fuerza del Centro. Esto ocasiona la subutilización de la infraestructura construida dinero de los mexicanos.

Finalmente, quién crea que los problemas con los cobros desproporcionados se resolverán con el cambio de empresa, vale más que la vaya desechando. Las tarifas no las impone ni LFC ni CFE sino la SHCP, que en 2002 decidió unificar las tarifas para todo el país y sacarse de la manga la categoría Doméstica de Alto Consumo (DAC). El problema estriba en que mientras la tarifa doméstica 1A, que le correspondería al centro del país (temperatura mínima promedio en verano menor a los 25°C) se cobra cuando el usuario en doce meses consume hasta 3,000 Kw/hr, que equivale a 250Kw/hr al mes. El precio de cada Kw/hr en 2008 fue de $0.88, mientras que en la DAC, que se cobra cuando en 12 meses el usuario consume 3,001Kw/hr o más, fue de $2.90. Ese Kw/hr hace una diferencia abismal y es lo que genera los problemas con los usuarios. Tan solo tómese un par de casos hipotéticos: por un lado, si se consumiese el límite de los 3,000Kw/hr en 12 meses con el límite bimestral de 500Kw/hr, el recibo más reciente sería cobrado por $440. En cambio, sí el consumo en los 12 meses recientes es de 3,001Kw/hr y el último reporta un consumo de 501Kw/hr, el cobro sería por $1,452.90. Un solo Kilowatt-hora ocasiona, en el irracional esquema tarifario de la SHCP, el sobreprecio pagado por el consumidor doméstico sea de más de $1,012.90 por ese Kw/hr. Esa política tarifaria ha ocasionado que surjan, nada más en 2009, movimientos sociales contra ella en Campeche, Chihuahua, Nayarit, Tabasco, Chiapas y Veracruz, estado donde la “alta eficiencia” de las cobranzas de CFE es la que opera, la misma que ya opera en el centro del país.

Mientras, el derecho a la energía no sea un derecho social que obligue al Estado a tomarlo con responsabilidad directa y de manera eficiente, por más que se ataque a los trabajadores no habrá un servicio que permita el desarrollo de las fuerzas productivas del país. Ni la muerte ni la derrota son opciones: ¡NECESARIO ES VENCER!

jueves, octubre 15, 2009

Problemas fundamentales del universo. Análisis filosófico del conocimiento, dios, el alma, el universo, la nada y la libertad, 28:

Materia, realidad y existencia en Mario Bunge

(segunda de nueve entregas)

Por: Sagandhimeo

CAPÍTULO 1

INTRODUCCIÓN

En el presente capítulo se analizará el concepto de materia. Para ello se clarificará qué entiende Bunge por materia y su relación con el movimiento. Hecho esto se abordará qué significa que la materia tenga propiedades, y su relación con el espacio y el tiempo. Se proseguirá con el concepto de emergencia de propiedades y se verán los alcances de tales elementos para explicar la vida, la mente, la cultura y la sociedad, todo ello con el enfoque materialista y con el objetivo de clarificar de qué están hechas las cosas, pues de este modo se expondrá por qué para Bunge todo está hecho de materia y no de otra cosa.

1.1 MATERIA Y MOVIMIENTO

Dentro de nuestro antropocentrismo hemos llegado a pensar que lo material es todo aquello que se encuentra fuera de nuestra mente, ya que de antemano creemos que lo espiritual es de una naturaleza ajena a lo físico, sin embargo nuestra mente también se compone de materia en cierto sentido, debido a que está contenida dentro del cerebro. Y a la inversa, puede suponerse que existen ideas fuera de nuestra mente, como las ecuaciones matemáticas. Es decir que, si las ideas existen tanto fuera como dentro de nuestra mente, no hay posibilidad de hacer distinciones ontológicas, ya que tanto las ideas como la materia serían elementos de la mente o del exterior indistintamente. Esto implica que o bien no todo lo que existe fuera de nuestra mente es material o requerimos de una clara definición de materia.

Una opción es lo que se entiende cotidianamente por materia: como lo concreto, como aquello que tiene masa o como lo palpable, esto nos ayuda a contraponer lo material a lo mental o espiritual, sin embargo existen contraejemplos que refutarían tal definición, Bunge explica que "los entes materiales no pueden identificarse con los objetos (...) sólidos, desde que se descubrieron campos sin masa tales como el electromagnético y el neutrínico" (Bunge, 1981:34). Es decir que, si existen objetos materiales que no pueden percibirse cotidianamente, requerimos de otro criterio para entender lo material. En ese sentido, los campos físicos no pueden percibirse a simple vista, pero al no poseer lo que convencionalmente se entiende por materia como la concreción (grosso modo “que se puedan tocar”), nos obligan a redefinir lo material, lo cual no es arbitrario, podemos empezar por apegarnos a aquello que nos muestra que hay un campo físico: el movimiento de otros objetos.

Este ejemplo evidencia que el concepto de materia posee cierta complejidad y a la vez corre el peligro de caer en la ambigüedad, pues si hay objetos no palpables que a la vez son materiales, requerimos de un criterio bien delimitado para definir materia. Bunge opta por lo siguiente: "podemos caracterizar un objeto material como un objeto que puede estar por lo menos en dos estados, de modo que puede saltar de uno a otro" (Bunge, 1981:35) En ese sentido, material es todo aquello que se mueve o es capaz de cambiar o ser modificado, esto implica de paso que los campos físicos son materiales, pues cambian constantemente, en relación a los objetos que los rodean. Además, una montaña es material aunque aparentemente no se mueva, pues dentro de sí ocurren procesos fisicoquímicos que nunca cesan. Para clarificar tales conceptos observaremos si es posible que algo se mueva sin ser material.

Un objeto que puede entenderse como material y a la vez sin movimiento es un hecho estático, es decir, una o varias cosas en un estado dado (Bunge, 2006:40), sin embargo un estado dado es una mera convención, pues todo "estar" forma parte de un proceso, el cual es un movimiento, por ejemplo, el hecho de "estar durmiendo" implica procesos fisiológicos que no se interrumpen por completo en ningún momento, por lo que los hechos estáticos son materiales en tanto se mueven. Asimismo, los hechos, entendidos como sucesos entre objetos, no son materiales por sí mismos, pues existen en tanto involucran cosas concretas (Bunge, 1999:33), por lo que son materiales de manera derivada, ya que no hay hechos sin objetos materiales.

Por otro lado "los objetos conceptuales, como los números y las teorías, no son mutables, sólo las mentes que piensan en ellos están sujetas al cambio: de hecho, cambian cuando piensan" (Bunge, 1999:33). Es decir que, las teorías están en constante cambio en tanto son modificadas por los cerebros que las inventan, pero por sí mismas pueden permanecer estáticas permanentemente, como lo hacen en un libro impreso. Aun podría objetarse que las ideas cambian por sí mismas, por ejemplo el número “pi” consiste en una serie infinita de decimales, sin embargo tal número es una invención humana y no un objeto que por sí solo avance sin cesar, por lo que en todo momento posee una magnitud determinada: aquella que sea pensada en cada momento preciso.

Otro ejemplo, el concepto “México” no se mueve en tanto representa nuestro país, pero la cantidad de materia que corresponde a tal concepto se mueve en infinidad de direcciones, tanto por las personas y objetos que habitan dentro del territorio, como porque se traslada lentamente mediante el movimiento teutónico, y hasta por su reducción territorial por culpa de Santa Anna y otros factores históricos. Es decir, el concepto de México es una construcción político-cultural que depende de individuos concretos que la mantengan “viva”, pues es un hecho que sin individuos que se reconozcan como mexicanos, no existiría nada llamado México.

Aun podríamos imaginar un objeto tan simple que no se mueva y no forme parte de un proceso, pero solamente sería un imaginario, pues hasta la partícula más pequeña (como los quarks) está en constante movimiento y forma parte de procesos subatómicos, es decir que, "aun las llamadas partículas elementales o son inestables o, en caso de ser longevas, cambian en varias maneras, ya sea espontáneamente, ya sea en virtud de interacciones con otras entidades" (Bunge, 2002a:87). Vemos pues, que el movimiento no sólo es el criterio para saber qué es material, sino que nos ayuda a saber lo que no es material, sin embargo, aunque todo aquello que sea conceptual es inmaterial, no por ello existe por sí mismo, pues sólo existen dentro de la mente de los individuos o en los archivos de las computadoras o impreso en los libros, ya que nada que sea conceptual tiene movimiento o energía.

Por otra parte, nuestro autor intenta refutar algunas de las más comunes objeciones de la siguiente forma:

Podría objetarse que las almas descarnadas, tales como las propuestas por la mayoría de las religiones y los fantasmas que, se dice, acechan algunos castillos escoceses, son mudables y, a pesar de ello, inmateriales, lo que prueba lo inapropiado de nuestra definición [la de materia]. De ningún modo, ya que nuestra definición pertenece a una ontología materialista, en la cual no hay lugar para objetos sin cuerpo, y los estados mentales son estados cerebrales. Además, no hay pruebas de la existencia de fantasmas fuera de los cerebros de narradores y devotos religiosos (Bunge, 2002a:87).

Decir que nuestra definición pertenece a una ontología materialista no resuelve nada, pues a su vez la ontología materialista se perfila por su definición de materia, lo cual es un argumento circular, en tanto que se quiere demostrar algo que se encuentra dentro de la misma argumentación. Por lo demás, no puede haber estados mentales por sí mismos (entendidos como las configuraciones que adquiere el cerebro en función de procesos psicológicos), pues al poseer movimiento caben en nuestra definición de materia, sin mencionar que no ocurren en ausencia de procesos cerebrales, por ejemplo, pareciera que un rayo y un trueno no son lo mismo, pues los percibimos de manera independiente, pero en realidad es un solo fenómeno que se manifiesta sonoramente y visualmente en momentos sucesivos (Este argumento se refuerza en la sección 1.5.2). Y las supuestas pruebas de la existencia de fantasmas que suelen pulular en la vida cotidiana suelen ser invenciones o confusiones debido a trastornos cerebrales; por ejemplo, las experiencias cercanas a la muerte se deben a que en estados de alteración intensos el cerebro provoca sensaciones que no corresponden a la realidad, como el sentir que se sale del cuerpo o que hay una luz sumamente brillante (estos argumentos se refuerzan en la sección 2.2.3).

Definir la materia como aquello que posee movimiento nos puede llevar a la confusión de que materia y movimiento son lo mismo y puesto que el movimiento se da en objetos materiales, podríamos suponer que el movimiento se mueve, lo cual es ambiguo, pues no existe el movimiento por sí mismo, sino que es una abstracción que hacemos ante objetos que cambian de lugar o de estado. Para distinguir materia de movimiento habremos de entender que por un lado hay objetos materiales y por el otro existe la capacidad de tales objetos para cambiar, esto es, la energía. Es decir que, "puesto que la palabra técnica para mutabilidad es energía, la fórmula puede reescribirse como (...) Para todo x (x es material = x posee energía)" (Bunge, 2006:35).

La definición de materia puede reformularse postulando que es material todo aquello que posea energía y como la energía es una capacidad y no otro objeto: no pueden identificarse ambos elementos. En ese sentido, lo que define a una entidad como material no consiste en lo que sea en ese momento, sino en lo que puede llegar a ser, lo que abordaremos en el último capítulo. Además, la energía nos permite incluir a los objetos no-concretos como los campos físicos dentro de lo material, pues poseen energía como los demás objetos materiales.

Por otro lado, Peña critica al materialismo desde su filosofía analítico-dialéctica argumentando que "se podría p. Ej., criticar al materialismo (...) diciendo que, del mismo modo que ente es palabra plurívoca, cualquier palabra --p. Ej. materia-- a la que se pretende dar una aplicación universal será plurívoca, de suerte que decir que todo es materia será usar en una sola ocurrencia una palabra con una pluralidad de sentidos, o sea: incurrir en una silepsis --en definitiva: en un sin-sentido--" (Peña,1987:94). Es decir, que al usar palabras con una multiplicidad de significados, como lo es “materia”, no se logra explicar nada, pues lo mismo vale que se diga que algo es material por ser concreto o por ser un bien banal como la riqueza. Y efectivamente el concepto de materia sufre históricamente de una pluralidad de sentidos, pero el materialismo científico que defendemos posee la definición específica que ya hemos mencionado (1.1), por lo que no cae en un sin sentido o ambigüedad ontológica, sino que clarifica el sentido de los entes al tomar su materialidad como punto de partida. Una ontología que no posea un concepto nuclear como la nuestra tendería al sin-sentido, pues no tendría un fundamento para construir su propia visión del mundo.

A manera de síntesis, la materia es lo que constituye todo cuanto tiene la capacidad de cambiar (es decir, energía), pero esto no implica que la materia sea lo mismo que la energía, sino que materia es todo aquello que posee energía. Esto tampoco implica que la energía sea material, sino que es una propiedad de la materia, lo que veremos a continuación.

(Continuará…)

lunes, octubre 12, 2009

Reyertas 59: Cayó la cuchilla

Primeramente, permítaseme agradecer los comentarios que algunos lectores nos dejaron a Asaltando la Red con motivo de la entrega anterior para este blog: Reyertas 58: Futuro a oscuras. Por desgracia, en esta oportunidad otra vez es preciso referirse al asunto de la industria eléctrica en términos poco halagüeños para los trabajadores, pues el sábado 10 de octubre se concretó uno de los ataques más arteros que la burguesía de librecambista ha lanzado en contra del proletariado en México: la liquidación de Luz y Fuerza del Centro (LFC).

A la luz de la historia

En 1881 México tenía un pueblo que aún conservaba el ánimo inflamado por la gloriosa defensa que hizo de la Constitución de 1857. Para lo cuál el país tuvo que pasar por dos desgastantes guerras, la de Reforma (1858-1861) y la intervención francesa (1862-1867), que retardaron poco más de una década el desarrollo de las fuerzas productivas. A final de cuentas, lo que se perdió económicamente con la guerra se ganó en ánimo. Pese a las rencillas causadas por el reeleccionismo, los gobiernos emanados de la nueva república lograron cimentar las bases para la creación de un mercado interno. Con Benito Juárez se expandió la industria textil, con Sebastián Lerdo de Tejada se inauguraron los primero kilómetros del ferrocarril, en 1873; el primer gobierno de Porfirio Díaz continuó con la expansión de las líneas ferroviarias y durante la presidencia de Manuel González se entregó la primer concesión de telégrafo y se introdujo el uso de energía eléctrica. Ya en plena dictadura porfirista, con capital canadiense, se fundó en 1898 la Mexican Light & Power Company, Ltd. (ML&PC). Ésta se convertiría en 1963, tras la nacionalización de la industria eléctrica del 27 de septiembre de 1960, en la Compañía de Luz y Fuerza del Centro, S. A.

Además de abrir el camino de la generación masiva de electricidad con la construcción e inauguración de la planta hidroeléctrica de Necaxa, la ML&PC también fue el origen de uno de los sindicatos que más ha influido en la historia del movimiento obrero en México, el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME). El SME se fundó en diciembre de 1914, un par de meses después de la fundación de su sindicato hermano, la Alianza de Tranviarios.

Tanto el sindicato como la empresa han tenido una participación de claroscuros en la historia contemporánea del país. Como compañía privada la compañía de luz se caracterizo por una lucratividad que surgía del abuso por partida doble: la elevada explotación contra sus trabajadores y por un servicio limitado hacia los usuarios. Desde la nacionalización el gobierno ha intentado que la Comisión Federal de Electricidad (CFE) absorba a la LFC para que sea una compañía única la que brinde el servicio en todo el país. Por ello, es que desde 1960 la compañía de luz ha padecido recurrentes ataques, sufrido pésimas administraciones que intentaron quebrantarla; pese a lo anterior y a las deficiencias derivadas de la indolencia consciente de los administradores, LFC consiguió abastecer del estratégico recurso del fluido eléctrico a la economía del centro de la república. Todavía en la actualidad, con todo y la famosa política de descentralización que se implementa desde hace más de 30 años el Distrito Federal, sin contar los municipios que LFC atiende en los Estado de México, Hidalgo, Puebla y Morelos, se produce 24% más riqueza que la que generan juntos los estados de Jalisco y Nuevo León los que, por cierto, tienen una extensión territorial 98 veces mayor a la del Distrito Federal.

Labrando el camino de la privatización

Por su parte, debe reconocérsele a los trabajadores de LFC que han sacado adelante a la empresa, pese a las difíciles condiciones laborales que siempre han tenido. Pero también debe reconocerse que al SME no siempre ha sido un gran defensor de los derechos de la clase trabajadora ni tampoco de la industria eléctrica nacional. Si bien en los últimos 15 años el sindicato de electricistas ha sido la vanguardia del movimiento obrero, también hay que recordar que el corporativismo no les es algo ajeno, durante el sexenio de Salinas de Gortari el entonces secretario general del SME, Jorge Sánchez (quien por ese entreguismo fue expulsado de la organización), validó las reformas que en 1992 comenzaron el proceso de privatización de la industria eléctrica. Además, en la segunda mitad de los 70 el mexicano de electricistas abandonó a su suerte al intentó por democratizar el sindicalismo en México que encabezó Rafael Galván con la Tendencia Democrática que surgió en el Sindicato Único de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana (SUTERM).

Pero como señalaba arriba, el proceso de privatización de la industria eléctrica arrancó desde las reformas de 1992 que establecieron la posibilidad de los productores independientes. Años después, hacia el final del gobierno de Ernesto Zedillo, la llegada de Alfredo Elías Ayub (personaje cercano al magnate Carlos Slim Helú) a la dirección de la CFE en enero de 1999 significó la redefinición de la estrategia privatizadora por la implementación de medidas paulatinas y silenciosas que vayan alcanzando el objetivo de entregar la industria eléctrica a las manos de la iniciativa privada.

Durante los diez años que Elías Ayub lleva al frente de CFE la generación privada de electricidad se ha incrementado más allá de cualquier límite sensato, tal como lo ha denunciado en diversos foros el Comité Nacional de Estudios de la Energía (CNEE). La situación ha llegado a tal punto que CFE tuvo que desmantelar plantas de generación por darle prioridad a la compra de electricidad a productores privados. Esta política no solamente ha causado estragos para la economía del país, también pone en peligro la integridad de numerosos pueblos en la nación. Para muestra está el ejemplo de la inundación que en 2007 asoló a Villahermosa y otros pueblos de Tabasco. A la pésima planeación urbana se sumó la negativa de CFE a desahogar las presas del Grijalva, simplemente porque eso habría implicado generar electricidad que, de otra manera, ya no se compraría a los productores privados. Por cierto, si alguien tiene la ilusa idea que con la intervención de la “eficiente” CFE se eliminarán en el Valle de México el problema de la mala facturación, vaya desechándola porque al consultar los boletines del CNEE uno puede darse cuenta que en varios estados de la república los abusos en cobros han degenerado en el surgimiento de movimientos sociales de consumidores.

De goles, festejos y sabadazos

La ofensiva cuidadosamente planeada (así es camaradas ya va siendo hora de abandonar esa soberbia que nada más ha servido para menospreciar la capacidad del minigolpista, mientras éste nos asesta golpes efectivos) por el gobierno de Felipillo I, el espurio, para liquidar a la LFC no se limitó al plano jurídico (con la negación de la toma de nota al SME y el decreto presidencial), ni al plano militar (con la toma de las instalaciones de la compañía por la Policía Federal), sino que también incluyó una intensa ofensiva ideológica. Por cierto que esta última no se restringió al simple plano de usar a los medios de comunicación, sino que tuvo el acierto de ser desarrollada en diversos contextos. Aprovechando el desprestigio que pesa sobre el sindicalismo, a partir de la negativa del conspicuo provocador que despacha en la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS) para darle la toma de nota al secretario general electo, se desató una línea ofensiva a través de todos los “líderes de opinión” que se lanzaron a la yugular del SME. Sin importar que posición digan compartir, todos esos escribanos del capital coincidieron en el objetivo de aislar mediante sus dichos a los electricistas del resto de la sociedad. Algunos como la “feminista de izquierda” Denise Dresser en su editorial “Código Dresser: Bajarles el switch” publicado en la revista cibernética Reporte Índigo, núm. 150 del 9 de octubre de 2009; llegan al extremo de señalar los ciudadanos (whatever than means) somos víctimas de los trabajadores, específicamente de los electricistas.

Por su parte, los burócratas que cobran sus onerosos salarios en el gobierno de Felipe I, el breve, no se han cansado de repetir, en complicidad con los titulares de los programas noticiosos de radio y televisión, una retahíla de cifras convenientemente arregladas para argumentar que la compañía de LFC ha sido quebrantada por los despreciables trabajadores y no por las pudorosas administraciones neoliberales. ¡Viva los burócratas que nos eliminan la patria!

Para cerrar la pinza, atisbaron un conflicto interno mediante la añeja técnica del inflamar las ambiciosas aspiraciones de un personaje sin demasiada claridad política para que, a cambio de la promesa de recursos que le permitiesen encaramarse en la secretaría general del SME, generasen una gran división al interior del gremio emblemático de la lucha obrera antineoliberal. Todavía el 8 de octubre en la entrevista que el excandidato a la dirección del sindicato de electricistas, Alejandro Muñoz concedió al noticiero matutino de Radio Trece, conducido por Javier Solórzano, asumía una actitud altanera cuando afirmaba que el conflicto sindical no significaba una amenaza hacia la empresa porque todo se reducía a la vida interna del SME. De hecho, planteó que había que restringir la participación del sindicato en el movimiento obrero, porque “…de todos los movimientos que hemos apoyado y de todas las marchas que hemos hecho, que nos diga [Martín Esparza] qué hemos obtenido como trabajadores o que beneficios hemos tenido”. En contraste, en las entrevistas concedidas por el propio Muñoz, tras la publicación del decreto de extinción de LFC, su actitud ha sido diametralmente opuesta. No solamente aceptó la propuesta de unidad, y aún se niega a aceptar que se le defina como esquirol, sino que es notoria la desaparición de esa actitud jactanciosa exhibida tres días antes.

Es cierto, como se señalaba en la entrega anterior, que la dirigencia de Esparza se ha caracterizado por solapar la corrupción e inconsciencia al interior del sindicato, que se cometió un abuso al elevar las cuotas sindicales so pretexto de la construcción del nuevo edifico para la sede sindical. Pero, también es cierto que ni Esparza ni Muñoz son el SME por sí mismos, al igual que lo es que para poder ampliar la democratización de un sindicato, es decir que los trabajadores realmente se apropien de su organización, primero es necesario que exista dicho sindicato. La desaparición de la empresa junto con el contrato colectivo y la organización gremial no conduce a otro destino que a la repetición de la historia: el SME se está viendo en el reflejo del Sindicato Único de Trabajadores de Autotransportes Urbanos de Pasajeros Ruta-100 (SUTAUR-100) de 1995. Esparza tal vez no haya demostrado ser el personaje más adecuado para dirigir al sindicato que está más cercano a ser democrático en México y Muñoz dejó que los calderonistas lo usaran de la forma más soez. Pero, el objetivo es ganar la subsistencia del sindicato, no resguardar los privilegios de algún dirigente en particular. Por cierto, que será básico cuidarle las manos a la dirigencia sindical porque, como en el caso de SUTAUR100, podrían negociar mejorías en su forma de vida a costa de los miembros del sindicato.

La insostenibilidad de los leves argumentos calderonistas

Los burócratas calderonistas (¿acaso calderópatas?) utilizan una serie de argumentos falaces para fundamentar el Decreto por el que se extingue el organismo descentralizado Luz y Fuerza del Centro. El supuesto esfuerzo por modernizar la empresa queda rápidamente desmentido cuando se observa que hasta septiembre del presente año la compañía de luz tenía un subejercicio presupuestal superior a los mil 500 millones de pesos, además del incumplimiento por la patronal de los convenios de productividad que se pactaron en la más reciente revisión contractual. La administración tampoco ha tenido la intención de crear infraestructura de generación (una política completamente opuesta a la de CFE que, con tal de alentar el crecimiento de la generación privada, incluso desmantela plantas con poco tiempo de haberse construido para venderse como chatarra) de manera tal que LFC debe comprar casi la totalidad de la energía que distribuye; para colmo adquiere de CFE la energía a precios mucho mayores que las tarifas a las que está obligada a vender. Por cierto, los empresarios se alinearon para exigir y festejar la liquidación de la compañía, pero curiosamente las grandes empresas son las que presentan mayor morosidad en el servicio de electricidad, si no es que ya han entrado en el negocio de generar electricidad, supuestamente para autoconsumo, que venden a la comisión federal con jugosas ganancias. Por si fuese poco el planeado descuido con que el gobierno a dirigido la LFC, tanto Reporte Índigo, núm.150; como la revista Proceso, núm. 1719; dan cuenta de la disputa por la fibra óptica en la que están involucrados: Carlos Slim (a través de Alfredo Elías Ayub ya que la CFE posee la mayor red de este tipo en el país y quedaría redondeado el negocio con el control de la zona económica más importante del país), la empresa española WL Comunicaciones (representada en México por los exsecretarios de energía Ernesto Martens y Fernando Canales Clariond, que ya firmaron un contrato en 2005, que nunca se cumplió, para instalar fibra óptica en la postería de LFC) y el propio SME que desde 2003 ha venido proponiendo que la propia empresa puede brindar los servicios triple play basándose en el modelo que sigue Electricité de France, y con ello romper los monopolios en la industria de las telecomunicaciones. Pero lo realmente importante en el asunto de la liquidación de la compañía es el falso argumento que responsabiliza a los trabajadores de todos los males que condujeron a la desaparición de aquélla. Prestaciones por encima de la ley, altos salarios, una plantilla laboral amplia, edad de jubilación por debajo de la media nacional y altos pasivos por las jubilaciones que se pagan, son los argumentos que Felipillo I, el católico, esgrimió tanto en los considerandos del decreto de liquidación como en su mensaje a la nación del domingo 11 de octubre. Lo que realmente le duele a la burguesía librecambista es que esas condiciones contractuales reducen la explotación que sufren los trabajadores, por eso lloran desaforadamente y le exigen al resto del proletariado (al cual llaman ciudadanía para hacerle olvidar que también pertenecen a la clase obrera) que se lance en contra de esos injustos trabajadores que no se dejan explotar tan fácilmente (fomentan así, el síndrome de los cangrejos al que tanto aludía el exdirector técnico nacional Hugo Sánchez). Pero esto exhibe que se trata de un sabotaje calculado de la empresa, pues cualquier empresario sabe bien que perfeccionar los medios de trabajo reduce el trabajo socialmente necesario en la misma proporción que se incrementa la plusvalía. Ello hace viables e incrementa la productividad (e incluso la competitividad) de cualquier empresa que se rija por las leyes del mercado capitalista.

Como evidentemente no bastan los argumentos que reclaman el alto costo del Contrato Colectivo de Trabajo del SME, como el factor que quebrantó a la compañía, a consecuencia de las prestaciones (ganadas por los trabajadores) que incluye, el gobierno federal intenta comprar (al más puro estilo de El Padrino) la voluntad de los trabajadores. Por cierto, que las propuestas de indemnización (por encima de las de ley) exhiben que la liquidación de LFC es una maniobra política que nada tiene que ver con la funcionalidad de la empresa. La propuesta de compensaciones mantiene íntegro el gasto en jubilaciones (¿pues no que eso representaba lo más despreciable?) y las erogaciones para liquidar a los trabajadores activos implica gastos más desproporcionados que el mantener funcionando a la empresa. Tan sólo el monto que se gastará en el pago base de tres meses, sin contar los doce días por año de antigüedad, tomando en cuenta que el salario promedio de cada electricista es de $205 diarios y que la plantilla sindical (sin contar a los empleados de confianza) ronda los 44,500 trabajadores, ascendería a más de $821 millones. A esa cifra habría que sumarle los bonos (compra de consciencia obrera) que el calderonato ofrece para que los trabajadores se desistan de cualquier protesta.

Las tramposas comparaciones entre la inversión que cada año se hace en LFC contra el gasto en el combate a la pobreza, demuestra que al gobierno de Felipillo I, el breve, no le interesa realmente sacar de la miseria al 60% de los trabajadores y campesinos que la padecen en México; para ello se necesitaría garantizar el incremento de los empleos con buena remuneración y prestaciones de acuerdo con la ley. El que el presupuesto de LFC sea similar al del “estratégico” programa Oportunidades, pero que éste no sea tocado ni con el pétalo de una rosa, demuestra que además de ser un paso más rumbo a la privatización de la industria eléctrica, entregar la red de fibra óptica al capital transnacional y liberar el paso para la reforma laboral neoliberal, la jugada también incluye que Felipillo I, el católico, siga construyendo la clientela política que le permita revivir al panismo en las elecciones generales de 2012.

Por último, cierto que el cierre de Luz y Fuerza no significa la privatización inmediata de la industria eléctrica, pero sí es un paso más en ese sentido. No se olvide que una gran porción de la Comisión Federal de Electricidad ya depende de las compañías privadas, sobre todo en el ramo de la generación. Ese es el futuro que en términos reales le espera al centro del país. Ahora los trabajadores requerimos entrar a la lucha real con la mayor decisión, pero todavía con más inteligencia, ser tan prudentes como el griego Ulises, porque hoy es contra los electricistas pero mañana será contra todos los demás (no hay que caer en la trampa de esa ambigüedad conceptual de la “ciudadanía” que al igualarnos a todos también nos arrebata de la mente la realidad de que somos trabajadores). El peso de la clase obrera reclama, al fin, el compromiso de los electricistas. Ni la muerte ni la derrota son opciones: ¡NECESARIO ES VENCER!

lunes, octubre 05, 2009

Reyertas 58: Futuro a oscuras

El problema de las campañas electorales simplemente es la ignorancia de los candidatos en el uso de las preposiciones en el idioma español, esto se comprueba cuando se contraponen los slogans electorales con las realidades de gobierno. En 2006 al señor Felipe Calderón se le ocurrió promoverse como “el presidente del empleo” sin percatarse de que las preposiciones de y contra denotan cosas completamente opuestas. Mientras que el primero suele usarse para expresar la existencia de un vínculo entre dos elementos, el segundo expresa la total oposición entre partes. La realidad en los últimos tres años no deja lugar a dudas: Calderón es el “presidente contra el empleo”. Muestras del odio enfermizo que Felipillo I el espurio le tiene a la clase obrera hay por montones.

Al ensayar un breve recuento de los principales ataques lanzados contra los trabajadores durante el presente sexenio, el primer evento con que nos toparemos será una herencia foxista, el intento por desaparecer al Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana (SNTMMSRM). Desde febrero de 2006 hasta octubre de 2009 las acciones del gobierno federal se han encaminado a la desactivación del sindicalismo que no estuviese completamente en la línea de profundización del neoliberalismo. Como he señalado anteriormente, Napito, el impresentable monarca que heredó la dirigencia sindical, cometió el imperdonable error de oponerse a la reforma neoliberal a la legislación laboral, mejor conocida como ley Abascal. Aunque Napito es un personaje oscuro como dirigente sindical y tampoco es distinto a otros charros del sindicalismo nacional, pero como (a diferencia de las supersticiones del neozapatismo) el problema no se reduce a los individuos sino que trasciende por las repercusiones que ha tenido (y seguirá teniendo) es un antecedente adverso para disidencias obreras más sólidas que la del SNTMMSRM. La segunda de las grandes acciones contra los trabajadores lanzada por el gobierno calderonista fue, en marzo de 2007, la imposición de la reforma al régimen de pensiones de los trabajadores al servicio del Estado mediante las modificaciones a la ley del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE), que individualiza sus cuentas de ahorro, además de precarizar las condiciones para realizar dicho ahorro. En tercer lugar habría que apuntar las modificaciones que el gobierno federal le hizo al régimen de pensiones y jubilaciones de los trabajadores de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) con la complicidad del secretario general del Sindicato Único de Trabajadores Electricistas de la República Mexicana (SUTERM), el señor Víctor Fuentes del Villar. Según la síntesis de prensa del día 19 de agosto de 2008 (que puede consultarse en los archivos de prensa de la CFE), el contrato que se firmó un día antes (el 18) entre el director de la empresa, el ing. Alfredo Elías Ayub, y el secretario general del SUTERM, el susodicho Víctor Fuentes, incluye tres puntos que apuñalan a los electricistas: 1) creación de cuentas individuales de jubilación, 2) incremento en cinco años de la edad para la jubilación, y 3) la CFE y el SUTERM decidirían en qué se invertirían esos fondos, algo que está en completa sintonía con la propuesta actual de Calderón para bursatilizar las cuentas de los trabajadores, sin tomar realmente en cuenta la voluntad de éstos.

En cuarto lugar podemos ubicar dos iniciativas que se han ido intentando promocionar e introducir en el ánimo social: la reforma a la Ley Federal del Trabajo (cuyo primer intento de promoción abordé ampliamente en este espacio en varios artíuculo publicado entre febrero y junio del presente año) y la reforma que Calderón pretende para que se bursatilicen los ahorros de los trabajadores.

La quinta gran acción ofensiva contra el proletariado fue la intervención de la Secretaría del Trabajo en los asuntos de la Asociación Sindical de Sobrecargos Aéreos (ASSA), es curioso que la oficina dirigida por Javier Lozano haya reconocido los resultados de una asamblea que fue convocada de forma ilegal, véase la nota de El Economista del 9 de agosto de 2009. Pese a sus debilidades políticas provenientes de una línea reformista, los dos grandes sindicatos de la aviación en México (ASSA y ASPA, Asociación Sindical de Pilotos Aviadores) han estado entre las organizaciones gremiales que han mostrado mayor solidez en su oposición a la política laboral neoliberal.

Ahora, en las últimas semanas hemos presenciado cómo el gobierno de Felipillo I, el católico, está desplegando en contra del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), el más grande opositor a la política anti-obrera del neoliberalismo, la sexta injuria en el presente recuento de agravios. Es cierto que no puede definirse al SME como un sindicato democrático, mucho menos revolucionario o consecuente con la lucha de los trabajadores por alcanzar sus intereses de clase, pero hasta ahora ha sido, junto a sus organizaciones paralelas como el Diálogo Nacional, el instrumento más cercano a la democracia que ha permitido apuntalar la resistencia del proletariado en México.

Ya en el número de agosto del boletín publicado por el Comité Nacional de Estudios de la Energía (CNEE) en la zona metropolitana de la Ciudad de México, anticipó, de manera excelsa, que el golpeteo en contra del SME sería atroz y fundamenta su previsión inscribiéndolo en la política privatizadora que el gobierno de Felipillo I el espurio impulsa en el sector de la energía. La ofensiva que persigue desgastar el prestigio del SME ante la sociedad no es algo novedoso, por años se ha intentado colocar a la clase obrera en contra de los electricistas al remarcar que las condiciones del Contrato Colectivo de Trabajo en Luz y Fuerza contiene prestaciones que están muy por encima de la media nacional. En ese sentido más de uno muerde el anzuelo al reprocharle a los trabajadores electricistas el haber conseguido tales ventajas. El gobierno federal apela a la irracionalidad del subjetivismo que muchos obreros aún conservan debido a la ideología individualista que les embarga, pero es justamente esa porción del proletariado la que no comprende que el asunto de fondo no es permitir el autoritarismo que les quite a los electricistas las conquistas laborales de su contrato, sino que los trabajadores del resto del país luche para mejorar sus condiciones laborales teniendo como parámetro mínimo las condiciones que tiene el SME. Ahora que es cierto que muchos trabajadores al interior del sindicato no se hacen un favor a sí mismos e incluso sabotean a su organización, incluso, poniendo en riesgo su fuente de laboral al reproducir la desmoralización de los obreros mediante la corrupción.

Entre el desprestigio del sindicato y la imagen de ineficiencia que los mismos trabajadores se están haciendo al permitir su desmoralización está el talón de Aquiles que pone en riesgo al sindicato que en la última década ha sido la organización más visible en la lucha antineoliberal. A diferencia de los miembros del propio SME, en el gobierno federal tienen completamente claro este hecho, por ello es que ahora sí parece estar poniendo en práctica una ofensiva mucho mejor planeada para derrotar a los trabajadores, pues no sería una derrota cuyas consecuencias se limitarían nada más a los electricistas, sino que se extendería a toda la clase obrera.

Primero, aprovecha que la estrategia de privatización silenciosa de la industria eléctrica, creada durante el gobierno de Ernesto Zedillo, ya está lo suficientemente madura y le ha quitado capacidad a Luz y Fuerza. Segundo, aprovecha el descontento al interior del sindicato que ha provocado la desastrosa dirección que Martín Esparza y Fernando Amezcua han ejercido desde 2005 para dividir al gremio. Tercero, el gobierno supo respaldar la planilla de un aliado que le permitiría neutralizar al SME, no se olvide que Ramón Mera (candidato a la Secretaría del Exterior), compañero de fórmula de Alejandro Muñoz, estuvo detrás del fallido intento calderonista por sacar al sindicato electricista de las movilizaciones anti-fraude del 2006. Cuarto, justo este 5 de octubre Javier Lozano, secretario del trabajo, rechazó otorgarle la toma de nota a Esparza argumentando irregularidades en la documentación. ¿Por qué el secretrio no fue capaz de ver los errores en la destitución de Lizette Clavel al frente de ASSA o en las impugnaciones que los trabajadores petroleros hicieron de la elección más reciente de Romero Deschamps al frente del sindicato petrolero?

Ahora el SME está metido en una trampa que podría conducirlo a la desaparición de la empresa. La amenaza es que si las movilizaciones se intensifican, el gobierno tendrá el pretexto para requisar o incluso desaparece a Luz y Fuerza. Si el SME cede, perderá toda su fortaleza. Posiblemente la solución más adecuada para los trabajadores sea un acuerdo entre los dirigentes de las dos planillas que se presentaron a la elección sindical y que se elijan a nuevos dirigentes, pero sin que Esperza, Amezcua, mucho menos Muñoz o Mera ocupen alguna cartera importante. Lo anterior con la finalidad de restablecer la unidad al interior del gremio, para encarar la ofensiva decidida que está lanzando el calderonato.

Ni la muerte ni la derrota son opciones: ¡NECESARIO ES VENCER!