lunes, febrero 22, 2010

Reyertas 78: Cananea

Una vez más

Cananea se convirtió en un símbolo del movimiento obrero en México desde que el 1 de junio de 1906 estalló la huelga en la Cananea Consolidated Copper Company (CCCC). Sobre todo a consecuencia que al día siguiente el dueño, el coronel estadounidense William C. Greene, contrató a un grupo de rangers que junto a los guardias rurales masacraron a los mineros que participaron en la protesta. Cien años después, el yacimiento cuprífero de Cananea seguía siendo uno de los más importantes del mundo, aunque el dueño de la principal mina ya no es de capital estadounidense sino mexicano: Grupo México, encabezado por Germán Larrea.

Pero hay cosas que en el fondo no cambian. En 1906 los 2,000 trabajadores que laboraban en la mina, organizados en el Club Liberal Cananea, peleaban por el reconocimiento de los derechos básicos de los trabajadores: derecho de huelga, a la libre organización sindical, jornada laboral de 8 horas, mejores condiciones de seguridad, salario igual a trabajo igual y jornada de descanso. En 2007 los mineros agrupados en la sección 65 del Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana (SNTMMSRM) estallaron, el 30 de julio, una huelga demandando el respeto a los derechos de huelga, libre organización sindical y respeto a las condiciones laborales estipuladas en el Contrato Colectivo de Trabajo (CCT).

En varias ocasiones, las autoridades laborales del país se alinearon del lado de los intereses de la empresa para golpear a los trabajadores. Solamente habían transcurrido ocho días cuando la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje (JFCA) declaró inexistente la huelga. Aunque para diciembre del mismo año, el poder judicial falló en favor de los trabajadores, lo que fue en contra de los intereses tanto del gobierno como del Grupo México. Desde entonces, el binomio anti-laboral ha recurrido a diversas trampas legales para terminar con los derechos de los trabajadores. El clímax de esa política beligerante contra la clase obrera ocurrió el pasado jueves, 11 de febrero, cuando el Segundo Tribunal Colegiado en Materia del Trabajo del Primer Circuito resolvió dar por terminadas las relaciones derivadas del CCT entre el sindicato y Grupo México. Ello con la finalidad de sentar precedentes que les den a los capitalistas la opción de no cumplir con los derechos de los trabajadores, al eximirlos de cualquier responsabilidad ante una huelga. De tal modo, en la práctica se estarían cancelando al menos tres derechos de la clase trabajadora. El derecho a organizarse libremente en sindicatos, el derecho a tener un Contrato Colectivo y el derecho a la huelga, pues en realidad no se les elimina de la legislación vigente, pero se establecen mecanismos para que el capitalista pueda evadir su obligación de garantizar tales derechos obreros.

Durante este sexenio, el método de cancelar el derecho de huelga mediante el recurso de anular las relaciones obrero-patronales ha sido una constante impulsada tanto por las empresas como por los funcionarios de gobierno. Ya los sobrecargos y los propios mineros les tocaron padecer los efectos de resolutivos sobre el fin de las relaciones laborales, por esa vía.

Es curioso, pero en el caso de Cananea el fallo del Tribunal se dio con el agravante del entorno político. Sin duda fue una acción con un extraordinario timing político. Mientras se declaraba el final de las relaciones laborales entre el sindicato y la empresa, la mayoría de los diarios y medios informativos daban cuenta en sus notas principales de dos sucesos: la visita de Calderón a Ciudad Juárez y los estragos que aún están causando las inundaciones de dos semanas atrás. En el caso de los principales diarios de circulación nacional, la noticia fue menor; por lo cuál se reportó en páginas interiores. En ciertos casos el mismo encabezado desvía la atención del lector del fondo del problema hacia elementos secundarios o, de plano, colaterales. El ejemplo más claro fue el de El Excélsior cuyo encabezado de su edición electrónica llega al extremo de plantear el asunto como un revés en contra de Napoleón Gómez Urrutia, a la letra señala: Napoleón pierde Cananea; tribunal cancela la huelga. Tan baja altura de miras no es casual, pero sí va en la dinámica de justificar la cancelación de los derechos de los trabajadores.

SME y UNTYPP

En los meses recientes presenciamos un par de antecedentes de esta ofensiva en contra de las organizaciones obreras. Hace cuatro meses el gobierno federal decidió declarar la extinción de Luz y Fuerza del Centro (LFC), lo que implicó una serie de acciones en contra del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME). Mediante el titular de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS), Javier Lozano Alarcón, como cabeza visible de la ofensiva anti-electricista, se ha violado a mansalva los derechos de los trabajadores. Primero haciendo uso de esa nefasta prerrogativa de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje (JFCA) que es la toma de nota. Ese resquicio lo aprovechó para entrometerse en los asuntos internos del SME y así desconocer a la dirigencia de la organización gremial. Tras la liquidación de LFC, que no extinción como la quiere Calderón, Lozano se encargó de blanquear jurídicamente el cierre de la empresa y de organizar el desmantelamiento de la planta laboral, para lo cual ofreció desembolsar cantidades extraordinarias tomadas del erario público para liquidar a la plantilla laboral de LFC. Finalmente, se ha dedicado a bloquear sistemáticamente, cualquier posibilidad que los trabajadores abren para solucionar el conflicto, incluyendo el encubrimiento de las subcontrataciones negligentes que ha realizado la Comisión Federal de Electricidad (CFE) para operar las instalaciones eléctricas que antes manejaba LFC.

El segundo antecedente de esta ofensiva oficial en contra de la clase obrera, que hoy se expresa en el caso de Cananea, ha sido el acoso voraz hacia la Unión Nacional de Técnicos y Profesionistas de Pemex (UNTYPP). Dicha organización sindical consiguió, tras una larga lucha jurídico-política, que se le reconociese su registro como organización representante de los derechos de los trabajadores. Según el acta certificada entregada el 18 de diciembre de 2009, la STPS entregó el número de registro 5878 a la UNTYPP. En los dos meses subsecuentes el hostigamiento por parte de las autoridades de Pemex no ha tenido fin. Ya durante el mitin que cerró la marcha del 29 de enero pasado, los propios petroleros denunciaron que ha varios de sus compañeros se les había llamado a comparecer individualmente ante sus superiores, la finalidad era intimidar a los sindicalistas para que se desistiesen de su afiliación a la UNTYPP. Ayer mismo, la Agencia Periodística de Información Alternativa (APIA) publicó una denuncia, elaborada por los propios trabajadores, en que se da cuenta del despido de los principales representantes sindicales en la Refinería Ing. Antonio Dovalí Jaime, ubicada en Salina Cruz, Oaxaca. ¿Realmente se requieren más pruebas de que la única guerra que realmente está librando Felipillo I, el espurio, es contra el proletariado?

Cananea 2007

Una huelga tan prolongada como la realizada por los mineros de Cananea, resulta incomprensible si todos los hechos se reducen al capricho de un personaje como Napoleón Gómez Urrutia. Según los funcionarios de Minera México, empresa dueña de la mina desde 1990, y de la STPS, el único motivo de la protesta es la defensa de los intereses de un obscuro, cuán corrupto, dirigente sindical. Es cierto que Napito es un personaje impresentable que llegó al cargo gracias a las componendas familiares, las cuales se fueron descomponiendo con la llegada de los gobiernos panistas. Ese elemento tiene un papel importante ante la opinión de los trabajadores que no están familiarizados con los avatares de la lucha, pues consigue que muchos se alejen del movimiento. Por su puesto que es un factor subjetivo, pero no se olvide que dentro de la lucha de clases lo subjetivo cuenta, los trabajadores se movilizan en función del desarrollo de su conciencia de clase. Romper con el subjetivismo exige poner nuevamente sobre la mesa los elementos que ocasionaron el inicio de la huelga en julio de 2007.

Desde la perspectiva de los trabajadores fueron dos los motivos que les condujeron a la huelga. El primero de ellos, la mejora salarial y el segundo, la seguridad industrial. Ambos puntos relacionados con la revisión del Contrato Colectivo de Trabajo (CCT). Como siempre, en el primer caso Minera México argumentó que no tenía recursos suficientes para dar incrementos substanciales, pues el yacimiento cuprífero está a punto de entrar en su etapa de declive. En el segundo caso, el argumento para negarle a los trabajadores las medidas que mejorasen la seguridad industrial fue que ya en 2006 la mina había sido declarada la más segura del país por la Cámara Minera de México. Sin embargo, un año antes se había presentado un hecho verdaderamente alarmante: el derrumbe en la mina carbonífera de Pasta de Conchos. Ese evento dejó al descubierto la precariedad de las medidas de seguridad implementadas en las minas del Grupo México. Curiosamente, antes del derrumbe del 19 de febrero de 2006, se aseguraba por los dueños que las condiciones de seguridad eran óptimas. En gran medida la degradación de la seguridad industrial en Pasta de Conchos, así como la falta de supervisión por parte de las autoridades competentes se debió a dos motivos: por un lado, al crecimiento desmedido de la subcontratación, los trabajadores de las compañías contratistas perciben ingresos y prestaciones menores a los trabajadores directos. Por el otro lado, a la negligente corrupción de los inspectores de la STPS que en lugar de realizar las visitas de ley, se ponen de acuerdo con los administradores para avalar el buen funcionamiento de medidas que no han visto.

Hasta antes del comienzo de la huelga, en Cananea se estaba siguiendo la misma tendencia que en Pasta de Conchos. Para julio de 2007 Mexicana de Cananea tenía contratados a 1,800 trabajadores sindicalizados y a 1,200 de contratistas. Eso da una perspectiva más clara del sacrificio al cuál estaba sometiendo a sus trabajadores con tal de incrementar las ganancias.

Resistiendo

Como mencioné arriba, los miembros de la sección 65 del SNTMMSRM han tenido que enfrentar en tres ocasiones anteriores los fallos de la JFCA sobre la inexistencia de la huelga en Mexicana de Cananea, el 7 de agosto y el 17 de diciembre de 2007, así como el 9 de diciembre de 2009. Para colmo, a partir del 24 de marzo del 2009 la JFCA decretó el final de las relaciones laborales entre la sección 65 y Minera México. En ese suceso se ha basado la estrategia empresarial-oficial para derrotar a los trabajadores. Eso ha obligado a los mineros a realizar sacrificios más allá de lo esperado, a tal grado que la de Cananea se convirtió en la huelga minera más larga de las que se tenga registro. Una acción de esa envergadura no podría durar tanto tiempo si no fuese por la disposición de los trabajadores a la lucha. Nadie tiene mayor interés para reabrir la mina que quienes viven del trabajo que diariamente desempeñan en ella, de ello viven, pues carecen de los abultados recursos monetarios de los empresarios. El sacrificio que exige mantener controladas las instalaciones de la mina es demasiado extenuante como para hacerse por un capricho personal, hace tiempo que los trabajadores le hubiesen dado la espalda a grado suficiente para dejar atrás la huelga. Sería frivolizar las necesidades de una clase el explicar una huelga tan importante como la de Cananea mediante el capricho de un personaje.

Lo que es cierto, es que los trabajadores han dejado mucho por la huelga y la incapacidad, la falta de una dirección que sepa canalizar el esfuerzo de la base, es el elemento que ha faltado. Traspasar el umbral de la simple resistencia para entrar en los terrenos del proletariado revolucionario exige que los propios mineros se deshagan de la torpe y anquilosada dirigencia de Napito, ineficaz para derrotar a un gobierno hermético, por un grupo de dirigentes más hábiles y que comprendan las necesidades de la base. Ese momento se acerca gracias a los abusos neoliberales. Ni la muerte ni la derrota son opciones: ¡NECESARIO ES VENCER!

lunes, febrero 15, 2010

Reyertas 77: Amenazas reveladas

En los últimos dos meses los mexicanos presenciamos varias declaraciones y acciones del gobierno federal que han enrarecido el ambiente político con el fin de allanarle el camino a la propuesta calderonista de Reforma Política del Estado. Ésta pretende ampliar la superestructura jurídica neoliberal para facilitar la concentración de la ganancia. No se olvide que dicho modelo de acumulación se favorece a los monopolios. Al plantear condiciones iguales de mercado se favorece que aquellas empresas, cuyo tamaño es inmensamente mayor, avasallen a las pequeñas empresas carentes de las herramientas para competir. En el caso de las instancias de gobierno en México, la desproporcionalidad entre competidores resulta en una boyante burguesía de libre mercado en abierta confrontación con una burguesía dedicada a la edificación de un mercado interno. Pese a que instintivamente el proletariado se ha colocado del lado de la burguesía de mercado interno, la falta de claridad de la masa ha hecho posible que el capitalismo imperialista sumado a la burguesía librecambista se impongan por su mejor capacidad económica. Así, no solamente la economía mexicana ha sido hegemonizada por esa alianza neoliberal, sino también las instituciones de gobierno. Con lo cuál se generó una estructura económica precaria para el grueso de los mexicanos.

Raquitismo económico

Repetidamente he referido que la situación de la economía mexicana es la fase depresiva. La crisis económica de 2008-2009 no se explica, como simplonamente lo pretende hacer Felipillo I, el espurio, por las tendencias económicas mundiales. Es, principalmente, un problema de la estructura productiva desarrollada desde la década de los años 1980 (véase Reyertas 25: ¿Rudo? y Cursi). El colocar la extracción petrolera como eje central económico nacional, apuntalada por la industria maquiladora de exportación, ha hecho que el país sea incapaz de producir los suministros básicos para la población. Además de hacer depender su ingreso de la demanda extranjera.

Es cierto que en los años recientes se han aplicado medidas económicas que permiten controlar dos grandes problemas del país: el crecimiento acelerado de los precios (inflación) y el déficit de la balanza de pagos. Utilizando los datos que cada semestre publica el Fondo Monetario Internacional (FMI) se comprueba que desde el año 2000 la inflación ha sido menor al 10% anual, cosa impensable en 1987, cuando ésta superaba el 159%. En tanto, el déficit de la balanza de pagos mexicana desde 2003 se ha mantenido por debajo del 1.5% del Producto Interno Bruto (PIB), en contraste con el inicio de los años 1990 cuando México perdía hasta 6.72% de su PIB en realizar pagos al extranjero por concepto de deuda o por importaciones.

A cambio de esas maravillas de los gobiernos neoliberales, y con especial énfasis los panistas, se ha sacrificado el futuro de México como nación. El mercado interno está desarticulado. A tal grado que la década recién concluida fue la peor de la historia para México, en cuanto a su crecimiento económico. Ni siquiera la de los años 1980 había sido tan mala. Los diez años que median entre el 2000 y el 2009, tuvieron en promedio una tasa de crecimiento del PIB de 1.86%, siendo el 2000, el último del gobierno de Ernesto Zedillo, el mejor año, pues se tuvo un crecimiento de 6.6%. También el ingreso de los mexicanos ha sido otro de los grandes damnificados del neoliberalismo. El Producto Interno Bruto per cápita, según el poder de paridad de compra de la moneda mexicana, se estancó en US$13,500 al año, durante 2009. Es decir, al descontar la inflación y otros factores que distorsionan el valor monetario, resulta que cada mexicano produce al año poco más de $175,500. Cifra que equivale a unos $14,625 al mes. Pero, ¡oh, sorpresa! La realidad es que el salario medio de los mexicanos no llega siquiera a los $6,000 mensuales. Así, sin recurrir a otro elemento queda demostrado que las reformas económicas y políticas que se han realizado en la etapa neoliberal, pero especialmente durante los gobiernos panistas, han sido en contra de las clases subsumidas.

Inseguridad belicosa

Desde los primeros días de su presidencia Felipillo I, el espurio, se proclamó como el adalid de la seguridad en México. Echando mano de todos los recursos del Estado dominaría al crimen organizado y especialmente al narcotráfico, que tanto daño le han hecho al país. Sin embargo, el despliegue de militares y marinos no solamente ha sido tan ineficaz como espectacular para combatir a la delincuencia organizada. Sino que también ha estado caracterizada por los escándalos de corrupción de altos mandos del gobierno. El más notable de ellos es el de Genaro García Luna, Secretario de Seguridad Pública Federal (SSP). Las denuncias en su contra dejan la imagen de un funcionario público que se dedica a crear puestas en escena que magnifican el papel del gobierno en contra del crimen ante la opinión pública, pero que en la práctica, al irse develando la realidad, generan una serie de dudas sobre la veracidad de las operaciones policíacas y militares que ponen en riesgo los procesos judiciales. Además del pasatiempo histriónico del secretario de seguridad pública, también quedan grandes dudas sobre los verdaderos objetivos del gobierno federal al desplegar esta guerra en contra del crimen organizado.

Tal situación hace plausible la versión del respaldo de las autoridades federales hacia uno de los cárteles: el encabezado por Joaquín el chapo Guzmán. Resulta significativo que en los más de tres años del gobierno de Felipillo I, el católico, y todo el sexenio de Vicente Fox, se haya señalado a dicho narcotraficante como el consentido del gobierno. En esos términos no ha faltado quién argumente la existencia de una alianza entre el gobierno federal y dicho capo.

La corrupción de altos funcionarios no es una novedad, ni exclusiva de México. En todo el mundo, los capitalistas, especialmente los grandes propietarios, han aprovechado las debilidades de la condición humana para favorecer sus negocios. La burguesía renacentista, del norte de Italia, fomentaron la corrupción para apropiarse del poder político, eso hizo que familias como la Medici, la Borgia o la Sforza controlasen grandes territorios. Más recientemente es preciso recordar que los grandes imperialismos británico y estadounidense se erigieron sobre toda la corrupción que fomentaron en las neocolonias. No se olvide que, en el siglo XIX, cuando China se negó a seguirle comprando opio, los británicos comenzaron una serie de guerras en contra de la nación asiática (las guerras del opio de 1839 a 1860) que la obligaron a abrirse comercialmente hacia occidente. Por su parte, los Estados Unidos intervinieron en América Latina durante todo el siglo XX lo cuál construyó su hegemonía en la región. Lo curioso, es que para muchas de esas acciones no se requirió la intervención descarada del ejército de EE.UU., pues en muchos casos fueron los funcionarios corrompidos, por el poderoso dólar, quienes se encargaron de proteger los intereses estadounidenses.

Los grandes narcotraficantes no son distintos del resto de los grandes capitalistas. Pese a dedicarse a una actividad económica proscrita, cuán irreal puede ser en ocasiones la legislación, obtienen grandes beneficios como resultado de aprovechar esas leyes y sus influencias sobre políticos. Para ilustrar mejor el punto, en la edición más reciente de la revista Proceso (véase núm. 1737, 14/II/10, p. 12-13) se da cuenta de una serie de mantas colocadas en sitios visibles de varias ciudades de la república mexicana, en las que los cárteles opositores al del Chapo denuncian el respaldo que ha recibido dicho personaje por parte de los gobiernos del PAN. La transcripción de una de dichas mantas apunta:

Esta carta es para la ciudadanía Para: que se den cuenta o para los que ya tienen conosimiento. El gobierno federal protege al Chapo Guzmán y su jente, que son los culpables de la masacre de gente inosente que hicieron en torreón.

Para el gobierno federal sólo hay Z en el país y cárteles que son enemigos del Chapo, que es el… protegido de los panistas desde que Vicente Fox entró al poder, y lo soltó y todavía sigue el compromiso hasta la fecha, a pasar de las masacres… que hacen con gente inocente.

¡que es eso de matar gente inocente! en las… discotecas ¿la pregunta es porque lo hacen? porque no se pueden defender. Por que… no pelean con nosotros, de frente a frente invitamos al gobierno federal que atake a todos los carteles por igual hasta su protejido y que matan.

Gobierno en Durango y Culiacán que es donde vienen las ordenes para hacer esas barbaridades como sucedió en Cd Juares y Torreón.

La versión dada por las narcomantas es verosímil en función de los resultados de la guerra en contra del crimen: la violencia ascendente. Para reducir efectivamente ésta sería necesario eliminar las prohibiciones (ello afectaría las ganancias de los narcoempresarios y por tanto su capacidad para el cohecho), reeducar a la población en torno a las adicciones, realizar una nueva reforma agraria que incluya el apoyo a los campesinos (principalmente ejidatarios) para conseguir elevar la producción alimentaria (lo que obligaría que el precio de esas cosechas sea más atractivo que el de los estupefacientes). Sin embargo, esas reformas no se avizoran en el corto plazo, pues la hegemonía política en el país la tienen los empresarios (legales o no) partidarios del libre comercio.

Tendencia de la reforma calderonista

En Reyertas 71: Escenarios y sugerencias para 2010 hice algunos comentarios sobre el sentido que tiene la Reforma política que presentó Felipillo I, el breve, en diciembre pasado. En aquella oportunidad se mostró que el sentido que tiene dicha propuesta es el restringir la participación social, reducir la representatividad del legislativo y fortalecer las funciones del poder ejecutivo. Un elemento adicional que es preciso tomar en cuenta es la tendencia del gobierno actual a concentrar el gasto público en el poder ejecutivo. Según los datos de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) publicados por al revista Contralínea (14/II/10, p. 24-27), las 16 dependencias federales que conforman ese poder incrementaron su presupuesto al pasar de los $52,216 millones en 2007 hasta llegar a los $82,015 millones en 2009. Ese incremento del 57% en tan sólo 3 años no se corresponde ni con el supuesto programa de austeridad del gobierno federal ni con la situación en que viven millones de trabajadores en el país. Pero sí es un elemento que demuestra hasta qué punto se concentran los recursos del Estado en el ejecutivo federal. Esa misma instancia es la que mejores servicios le ha brindado a la burguesía librecambista. Por tanto, la concentración de fuerza en la figura presidencial, promovida por la Reforma política, no será más que en beneficio de una facción muy específica de la clase capitalista.

Militares usados

Aunque se esfuerza por presentarse como un gobernante incluyente y democrático, a Felipillo I, el espurio, le traiciona fácilmente su autoritarismo como gobernante. La prueba más reciente de ello es un hecho que no puede dejarse pasar fácilmente: el ejército pronunciándose en favor de la Reforma política de Calderón. El mensaje del Secretario de la Defensa Nacional (Sedena), el general Guillermo Galván Galván, al decir: “sólo mediante reformas integrales, estaremos en condiciones de consolidar ese bienestar colectivo que todos exigen, pero que no todos procuran” (La Jornada, 10/II/10, p. 3), en el contexto de un discurso en que el titular de la Sedena se compromete a respaldar al ejecutivo como representante de la nación, resulta una grave amenaza y una toma de posición política por parte de uno de los poderes fácticos más oscuros en la historia.

Es cierto que, a diferencia de otras naciones, el ejército mexicano tiene su origen en el propio pueblo y su principal objetivo es el de defender a éste. Sin embargo, eso no ha sido obstáculo para que en ocasiones se haya utilizado a la milicia en contra de las clases subsumidas. Para la clase obrera avanzar, incluyendo derrotar al neoliberal gobierno calderonista, implica hacer que la tropa se ponga del lado del pueblo, no del de los generales. Ni la muerte ni la derrota son opciones: ¡NECESARIO ES VENCER!

viernes, febrero 12, 2010

Memoria proletaria 7: La Constitución del pueblo

El pasado 5 de febrero se conmemoraron 93 años de la promulgación de la Constitución de 1917 y 153 de la de 1857. Anteriormente, esta fecha era mucho más importante para el Estado mexicano. Sin embargo, conforme el programa neoliberal se ha ido imponiendo en México, el aniversario de la ley máxima del país se ha ido diluyendo de la memoria oficial. Sin duda la apuesta es por borrar de la conciencia popular dicho acontecimiento, porque la Constitución misma les impide continuar avanzando en la implementación de las reformas estructurales del neoliberalismo.

Durante muchos años, los gobiernos emanados del Partido Revolucionario Institucional (PRI) se dedicaron a presentar una conmemoración de la promulgación de la Constitución, demasiado frívola y que hacía ver al documento como una dádiva de los próceres priistas o protopriistas. En consecuencia, durante todos esos años se presentó al pacto supremo como una gran concesión que la burguesía pos-revolucionaria le hizo al pueblo mexicano para salvarlo de la amenaza de la burguesía rentista del porfiriato.

La gran mentira del régimen priista que mostraba una noble y desinteresada clase capitalista interesada en el progreso y bienestar del país, ha sido sustituida, durante la etapa neoliberal, sobre todo en los diez años más recientes, por otra mentira todavía peor: el olvido por indiferencia. La Constitución de México no fue un regalo de buena voluntad de la clase capitalista, ni un producto de la generación espontánea y mucho menos un bodrio que deba olvidarse así sin más, sólo porque le resulta incómoda a una facción de clase para poder ejercer su autoritarismo en pleno. Las constituciones en México han sido resultado de largos procesos de lucha popular que hace falta reconocer.

¿Qué es una Constitución?

Por principio de cuentas es necesario señalar qué es una Constitución. Abordar el problema desde una perspectiva revolucionaria se complica debido a que un contrato social de ese tipo, presupone los conceptos de Nación y Estado. Lo cuál constituye un límite infranqueable para las dos principales teorías revolucionarias: el anarquismo y el marxismo. Según la mayoría de las corrientes marxistas, el nacionalismo es un concepto burgués que solamente sirve para mantener oprimidos a los trabajadores. En conclusión, el obrero no tiene patria, es internacionalista. Por el lado del anarquismo, su aversión a todo lo que significa el Estado y su inamovible objetivo de destrucción inmediata de éste, hace imposible que se aborde seriamente el problema de los textos constitucionales.

Una elaboración que parta de una conceptualización más ortodoxa y menos dogmática del materialismo histórico, requiere profundizar en la reflexión sobre la contradicción entre el nacionalismo y el internacionalismo. Es cierto que el nacionalismo burgués, emanado de la Revolución Francesa, se convirtió rápidamente de una estructura social liquidó la dispersión de los feudos, en otra muy útil para mantener bajo control a las clases subsumidas. En la nación los instrumentos que preservan la hegemonía capitalista son tanto objetivos (gobierno, policía, religión, etc.) como subjetivos. En el segundo caso es que se incluye al nacionalismo como elemento ideológico.

También es cierto que el capitalismo explota a la clase trabajadora en cualquier parte del mundo que ésta se halle. Por consecuencia, el proletariado tiene la misma esencia a escala planetaria, es decir, tiene un carácter internacionalista desde su origen mismo. El propio desarrollo de la lucha de clases se encarga de afianzar el internacionalismo de la clase obrera, sin embargo, la toma de poder derivada de una revolución exige la construcción de un Estado, por tanto, presupone erigir un nuevo nacionalismo: un nacionalismo proletario que en nada se parezca al sentimentalismo burgués. En otras palabras, una forma de nacionalidad que no resulte excluyente, sino incluyente; que identifique las diferencias particulares entre regiones pero que mantenga como prioritario al internacionalismo.

Por sí mismas, estas premisas sobre la necesidad de la construcción revolucionaria de un nacionalismo obrero, presuponen que la nación es un concepto dinámico. Es decir, que constantemente va modificándose. Ese devenir es condicionado por el estado en que se encuentre la lucha de clases. En ese sentido, las Constituciones son precisamente contratos que plasman la correlación de fuerzas en momentos históricos decisivos. Sin embargo, el hecho de la perpetuación escrita de un instante preciso implica, a un mismo tiempo, una condensación de las tendencias históricas anteriores y una guía que deja una profunda huella en el desarrollo ulterior de las siguientes. En una frase: la Constitución establece los límites sobre los cuales se desarrollan las clases sociales dentro de un mercado interno específico. Aunque, no debe perderse de vista que los límites que establece una Carta Magna no son, en la práctica, algo inquebrantable y que eventualmente también es susceptible de ser modificado gracias a los grandes cambios en la correlación de fuerzas.

Origen moderno

Todas las Constituciones modernas derivan de un documento redactado en la Alta Edad Media, la Carta Magna. Esa Constitución surgió en 1215 como una solución práctica ante las frecuentes confrontaciones entre la nobleza de origen anglosajón y la de extracción normanda. Cabe señalar que éstos mantenían subyugados a aquéllos. Desde que Guillermo el Conquistador, duque de Normandía, se apoderó del trono inglés en 1066, la nobleza de origen francés tuvo la supremacía sobre Inglaterra hasta 1485. La hegemonía francesa, primero con la casa de Normandía, después con los Plantagenet, la Lancaster y finalmente la casa de York, se caracterizó por los abusos en contra de los nobles anglosajones. Aprovechando la grotesca política del rey Juan sin tierra, hermano menor y heredero de Ricardo I corazón de león, los barones anglosajones consiguieron que el 15 de junio de 1215 el rey firmase en Runnymede la Magna Carta Libertatum, mediante la cuál se creó un consejo de 25 barones encargados de fiscalizar, y en su caso limitar, el poder del monarca; así mismo se regulariza el derecho feudal, al tiempo que se extiende hacia los campesinos, artesanos y comerciantes, de modo tal que ya no se enjuiciase a los súbditos solamente por decisión del rey; finalmente, la monarquía también se comprometía a respetar las libertades religiosas y políticas de sus vasallos.

La Carta Magna de 1215 fue la base que dio origen a las Provisiones de Oxford y la consecuente creación del Parlamento. Para 1258 las decisiones políticas implementadas por Enrique III de Inglaterra produjeron un nuevo conflicto con la nobleza anglosajona, lo que resultó en la rebelión de los barones encabezada por Simón V de Montfort. La conclusión de dicho conflicto se dio con la aceptación por ambas partes de las Provisiones, que incluían buena parte de las estipulaciones de la Carta Magna, salvo que el consejo de barones estaría conformado por 24 (12 electos por la nobleza y 12 por el rey) y no por 25 miembros. Durante poco más de un siglo las disputas entre la nobleza y la realeza inglesa hicieron que la aplicación de la Constitución y del Parlamento fuese esporádica. Fue hasta el siglo XIV, en medio de la Guerra de los Cien Años que por fin se estableció de manera permanente la existencia de la Cámara de los Lores y la Cámara de los Comunes.

En cierto modo, la Constitución de los Estados Unidos de América, redactada en 1787, fue un notable perfeccionamiento del modelo inglés. Una mejora que se logró aprovechando la ausencia de un monarca y una nobleza que contaminasen el proceso de creación de la República Federal. Tal estructura política es la que a la postre le ha resultado más benéfica a la burguesía para la acumulación de capital.

El carácter definitivo de la Constitución como ley suprema que tiene la doble función de ser la coagulación de la lucha de clases precedente y la guía en la procedente quedó fijado por las guerras civiles inglesas del siglo XVII. El desarrollo de una nueva clase social, la burguesía, trajo consigo importantes avances intelectuales que se mostraron más claramente en el pensamiento de Thomas Hobbes y de John Locke, quienes con en sus trabajos teóricos fundamentaron la importancia de la soberanía popular y de la creación de un poder legislativo colegiado. Tales contenidos intelectuales fueron los que le dieron profundidad a dichas guerras. La instauración de la República inglesa entre 1649 y 1660 con Oliver Cromwell a la cabeza, así como la Revolución Gloriosa de 1688, desembocaron en la firma del Acta de Derechos que además de colocar a Guillermo de Orange en el trono de Inglaterra, también le otorgó al Parlamento la capacidad de elaborar las leyes y ya no solamente la de servir como consejero del reino.

El Siglo de las luces contribuyó a ampliar las teorías de la burguesía sobre las Constituciones con el perfeccionamiento que Juan Jacobo Rousseau hizo de la idea de Hobbes sobre el establecimiento de un Contrato Social entre el pueblo soberano y su gobernante. Esas ideas se pusieron rápidamente en práctica al estallar la Revolución Francesa en 1789. Pese a sus profundas diferencias, las Constituciones francesas de 1791, 1793 y 1795 tienen en común el haber implantado los límites del poder. Gracias a estos avances, la burguesía le asestó el golpe definitivo al antiguo régimen feudal que pese a su resistencia formal, fue aniquilado en la época del Imperio napoleónico.

Las Constituciones en México

Los primeros antecedentes de una Constitución que aplicase en el territorio mexicano, fue hacia finales de la etapa virreinal. Entre 1808 y 1921 se promulgaron tres textos constitucionales que debieron ponerse en práctica, pero que en la realidad su existencia fue meramente declarativa. La primera de ellas fue el Estatuto de Bayona de 1808, que fue la Constitución bajo la cuál gobernó José Bonaparte en España. La segunda fue la Constitución de Cádiz, promulgada en 1812 por los liberales españoles que se oponían a la invasión napoleónica. Finalmente, la Constitución de Apatzingán fue la primera redactada para el territorio mexicano desde la propia América y por las fuerzas insurgentes. La importancia de la de Cádiz y la de Apatzingán radica precisamente en que además de ser muy liberales para su tiempo, fueron el resultado palpable de la lucha de los pueblos por obtener su independencia. Tanto las Cortes Generales como el Congreso de Chilpancingo tuvieron que atravesar un proceso muy duro de confrontaciones que le costaron la vida a miles de personas solamente para poder ser redactadas. Una vez elaboradas y promulgadas, ambas Constituciones, pese a que no tuvieron aplicación práctica, fueron un referente que alentó la lucha popular por la independencia.

La primera Carta Magna que tuvo validez en México fue la Constitución de 1824. Ese primer documento fue el resultado de once años de guerra en contra de los colonialistas españoles y de tres años más de pugnas intestinas. El establecimiento de una república federal, representativa y católica como principios fundamentales de dicha Constitución demostraron que el sector social que tuvo más claro que la independencia solamente era un instrumento en la lucha de clases y, por lo tanto, estuvo en mejores condiciones para aprovechar los esfuerzos desplegados por el pueblo, fueron los criollos que se habían conformado como una burguesía rentista.

En la Constitución de 1824 se perciben ciertos avances del liberalismo al introducir el concepto de República Federal, sin embargo, el misticismo sectario de la francmasonería, careció de la claridad suficiente para aprovechar las condiciones sociales que llevasen hasta sus últimas consecuencias la implementación de políticas que permitiesen un desarrollo más profundo de las fuerzas productivas: un desarrollo saludable del capitalismo. A diferencia de sus pares estadounidenses, los masones mexicanos no comprendieron la necesidad por establecer su autonomía frente a las concepciones de la francmasonería internacional.

Aprovechando la indigencia intelectual de los primeros liberales, los rentistas criollos, más interesados en mantener ciertas estructuras económicas precapitalistas que en otra cosa, pues éstas eran la fuente de su supremacía sobre el resto de la sociedad.

Las diferencias entre liberales y conservadores derivaron en constantes confrontaciones. De ahí que durante los primero 30 años de independencia de México, el pueblo careciese de una dirigencia capaz de concretar sus esfuerzos en un auténtico desarrollo de las fuerzas productivas. De 1824 a 1854 esas pugnas se tradujeron en la aplicación alternativa de la Constitución federalista y los textos constitucionales de carácter centralista. Las Siete Leyes de 1835 y las Bases Orgánicas de 1843 fueron los dos intentos del centralismo que consiguieron cuajar como Constituciones que sustituyeron a la de 1824. Inclusive, las Siete Leyes fueron uno de los motivos que generó el intento de Yucatán por independizarse y la Guerra de Texas que culminó con la separación de dicho estado mediante los Tratados de Velasco y la posterior anexión de dicho territorio a los Estados Unidos.

El convulso inicio de la república mexicana no se debió a la ausencia de disposición del pueblo mexicano a construir una nación, sino a la ausencia de una dirigencia que encausase los sacrificios de la sociedad.

Fue hasta 1855 cuando la Revolución de Ayutla triunfó, que el rumbo político del país pudo enmendarse un poco. Al año siguiente se comenzaron a crearse las Leyes de Reforma y para el 5 de febrero de 1857 se promulgó una nueva Constitución en la ciudad de Querétaro. La Constitución de 1857 fue el texto que simbolizó, durante los años siguientes, la lucha entre liberales (con Benito Juárez a la cabeza) y conservadores (quienes trajeron a Maximiliano de Habsburgo como emperador).

En cierto sentido, la del ’57 fue la Constitución que sentó las bases para el desarrollo del mercado interno mexicano, sobretodo tras las modificaciones que se le hicieron en el Congreso Constituyente que promulgó la Constitución de 1917. A esta última se le hicieron agregados notables que afectaron a la agricultura y la industria, los cuáles obligaron al capitalismo a desarrollarse con mayor amplitud.

El liberalismo triunfante

El triunfo del liberalismo a mediados del siglo XIX fue el resultado de un largo proceso de confrontación entre la incipiente burguesía que pretendía industrializarse y la aberrante burguesía terrateniente. La segunda de éstas era la heredera de los hacendados coloniales, por consecuencia prefería conservar las estructuras sociales de servidumbre, además de los estrechos lazos del gobierno con el clero. Curiosamente, los terratenientes pretendían imitar las costumbres de la aristocracia europea anterior a la Revolución francesa. El obsesivo anacronismo de los conservadores mexicanos fue duramente criticado por observadores extranjeros de la talla de Madame Calderón de la Barca, quién en su La vida en México expuso la ridiculez que podía alcanzar la aristocracia mexicana. Pese a ser de origen criollo, el poder económico que había acumulado durante la época colonial fue inmenso, de ahí que se opusiesen sistemáticamente a aplicar reformas liberales.

Por su parte, la burguesía liberal mexicana, que pretendía generar las condiciones para implantar el capitalismo en el país, fue una burguesía que surgió durante los últimos años de la colonia. Por consiguiente su desarrollo intelectual y político era muy escaso durante los primeros años de vida independiente de México. Los pocos avances que este tipo de burguesía tenía por aquellos años, eran por la imitación de las ideas federalistas estadounidenses a través de la francmasonería. No fue un suceso casual, ni aislado, que el yucateco Lorenzo de Zavala, militante del rito yorkino, apoyase la separación de Texas en 1836.

La hegemonía conservadora en México se mantuvo hasta que Juan Nepomuceno Álvarez lanzó el Plan de Ayutla para derrocar la dictadura de Antonio López de Santa Anna. Con ello fue posible generar implementar una verdadera reforma liberal. Cosa que anteriormente había intentado Valentín Gómez Farías, pero que siempre se encontró con la reticencia de los santaannistas.

No es que antes de la promulgación del Plan de Ayutla fuese inexistente la movilización popular o que México fuese un país conservador, sino que los conservadores lograron su superioridad gracias a su mejor organización política. La mayor eficiencia hizo posible los continuos retornos de Santa Anna a la presidencia. Por su parte, los liberales, además de los sonados fracasos de Gómez Farías también intentaron diversos levantamientos populares, algunos abiertamente separatistas como en el caso del tejano y el yucateco. Pero fueron ineficaces para aprovechar el apoyo popular que tenían.

Sin embargo, las Leyes de Reforma y la Constitución de 1857 marcaron un cambio de rumbo diametral. Tanto la Guerra de Reforma (1858-1861) como la Segunda Intervención Francesa (1862-1867) contaron con un ánimo popular renovado en el bando de los liberales. Pero también con una dirección mucho más eficaz que en el pasado. Durante esa década de guerras en México, brillaron como figuras decisivas sujetos sociales como los chinacos, los zacapuaxtlas o las barraganas. Que no solamente integraron los ejércitos liberales, sino que también les dieron vida. Los cangrejos, Adiós mamá Carlota, Juan Pamuceno, El telele o la Marcha Zaragoza fueron piezas musicales que se difundieron ampliamente entre el pueblo mexicano.

Mucho se ha hablado del papel de Benito Juárez durante esas guerras, primero ejerciendo el gobierno desde el puerto de Veracruz, desde donde tomó una serie de decisiones que pese a poner en riesgo la soberanía nacional, pero que le permitieron mantener vigente la Constitución de 1857. En la segunda tuvo que instalar su gobierno en ciudades ubicadas cada vez más al norte del país, hasta que llegó a Paso del Norte, hoy Ciudad Juárez. Sin embargo, el triunfo de la República frente a un ejército mucho mejor armado y preparado sería absolutamente inexplicable si solamente nos referimos a Juárez, e incluso cuando incluyésemos a la serie de personajes liberales que conformaron su generación (los hermanos Lerdo de Tejada, Melchor Ocampo, José María Iglesias, Manuel Altamirano, Guillermo Prieto o Francisco Zarco). Quién realmente hizo posible que las fuerzas mexicanas derrotasen al ejército más poderoso del siglo XIX, haciendo quedar mal en el camino a Napoleón III, y sus aliados del Partido Conservador Mexicano, fue el propio pueblo mexicano que decidió empuñar las armas en contra de la intervención extranjera que había sido convocada por los terratenientes criollos.

La Reforma sentó las bases para el comienzo del desarrollo del capitalismo en México. Surgió una pequeña masa de propietarios que comenzó a invertir su capital en la maquinización de la industria, sobre todo durante la República Restaurada (1867-1876).

El desgaste de la Reforma: el porfiriato

Esa incipiente burguesía mexicana pronto fue seducida por los placeres de la vida palaciega que habían gozado, hasta antes de la Reforma, los terratenientes criollos. Para colmo la Ley Sobre Ocupación y Enajenación de Terrenos Baldíos promulgada en 1894 intensificó el interés de los burgueses por volverse terratenientes, lo que consolidó al latifundio como el modelo agrícola del país. A cambio de ello, durante la dictadura de Díaz se fomentó la inversión extranjera. Bajo tales condiciones, la burguesía terrateniente mexicana se convirtió en una facción de clase voluntariamente subordinada a los intereses del capital extranjero.

Desde la perspectiva del pueblo, el triunfo de la facción porfirista con el Plan de Tuxtepec fue gracias a la simpatía entre los mexicanos que había alcanzado el héroe de la batalla del 2 de abril. En contraste, Sebastián Lerdo de Tejada había malgastado el prestigio que construyó su hermano Miguel como uno de los liberales más admirables. Ese contexto posibilitó que, salvo los pueblos indígenas y los lerdistas, durante los primeros años del porfiriato, la oposición ante la dictadura careció de fuerza.

La amplia polarización de la sociedad mexicana entre una burguesía imperialista que se apropió de los ramos estratégicos de la economía mexicana, y con ello de la mejor tasa de ganancia, respaldada por una parasitaria burguesía terrateniente que prefirió convertirse en vasalla del imperialismo para no correr con los riesgos de la inversión propia, por un lado. Por el otro, la gran masa de la población mexicana se encontraba en condiciones de miseria extrema. Los campesinos, tanto mestizos como indígenas, se encontraron relegados a condiciones de servidumbre que rallaban en la esclavitud. En la industria, las condiciones laborales eran prácticamente inexistentes, la propia legislación emanada de la Constitución de 1857 carecía de elementos que permitiesen proteger los derechos de los trabajadores, por el contrario, más bien favorecían sin recato la explotación y opresión de la clase obrera. El lento avance del desarrollo de las fuerzas productivas, contrariamente a la explotación que padecía el proletariado industrial, se reflejó en el lento crecimiento de la capacidad organizativa de los trabajadores. Si bien las ideas del mutualismo promovido por el Gran Círculo de Obreros de México (GCOM), organización de tendencia anarquista, fueron un salto enorme en el desarrollo de la consciencia de clase, no alcanzaban para traspasar los límites de un proletariado dispuesto a la lucha como clase social. Al menos no directamente. La experiencia de los trabajadores en la lucha política se dio por fuera de los centros de trabajo, de ahí que sus demandas fuesen más políticas que económicas. Así, al interior de una muy pequeña y raquítica aristocracia obrera mexicana, principalmente conformada por profesionistas. A comienzos del siglo XX esos cuadros comenzaron a imponerse la labor de reconstrucción del Partido Liberal Mexicano (PLM), principalmente la gente encabezada por Camilo Arriaga en el Club Liberal Ponciano Arriaga de San Luis Potosí. La formación de organizaciones políticas opositoras al porfiriato no solamente exhibieron el desgaste que ya padecía la dictadura, sino también el grado de descomposición económico-social del liberalismo decimonónico. La Constitución de 1857 ya era más un obstáculo para el desarrollo de las fuerzas productivas que una base jurídica.

La Constitución de 1917, una reforma del pueblo

El trabajo que militantes del PLM como los hermanos Flores Magón, Librado Rivera, Juan Sarabia, Antonio Díaz Soto y Gama, Antonio I. Villareal, Juan José Ríos, Manuel M. Diéguez, Esteban Baca Calderón, Hilario C. Salas, Cándido Donato Padua, José Neira Gómez y Juan Olivar, rindió sus frutos tanto en los centros fabriles como en las zonas agrícolas. Las huelgas en la Cananea Consolidated Copper Company, en Cananea, Sonora (junio de 1906); la Rebelión de Acayucan en la zona agrícola del sur de Veracruz, en septiembre de 1906 y la huelga de la fábrica de tejidos de Río Blanco, Veracruz, en enero de 1907; fueron acontecimientos que dejaron al descubierto que ya el pueblo mexicano no comulgaba con el país que habían construido los científicos porfiristas.

La ausencia de salidas democráticas al hartazgo social, conjugado con la creciente capacidad organizativa de la oposición a la dictadura derivó en el estallido de la Revolución Mexicana el 20 de noviembre de 1910. En unos cuantos meses Porfirio Díaz fue depuesto como presidente de México, ello gracias a la participación masiva del pueblo mexicano. Sobre todo en el norte del país.

Sin embargo, el hecho de que el alzamiento armado fuese encabezado por personajes que provenían de la misma burguesía mexicana que se formó al amparo de la Reforma entró rápidamente en contradicción con los intereses de las clases subsumidas. Recuérdese que se trataba de capitalistas que rápido habían perdido su ánimo industrializador para sustituirlo por ser colaboradores del capital extranjero. El propio Francisco I. Madero representaba a esos empresarios provenientes de una familia que amasó su fortuna respaldados por el liberalismo heredero de 1857.

El que el gobierno de Madero quedase atrapado entre las exigencias de las comunidades agrarias del norte y centro-sur del país, encabezadas por Pascual Orozco y Emiliano Zapata, respectivamente, y las presiones ejercidas por los resabios del porfiriato en las personas de Félix Díaz, Bernardo Reyes y Victoriano Huerta. El derrocamiento de Madero en febrero de 1913 no fue solamente el resultado de la impericia política del presidente, sino que es el hecho en el que se sintetizó la lucha de clases de toda una etapa de la historia mexicana. La decadencia de la hegemonía de la oligarquía terrateniente criolla contra el surgimiento de una clase obrera, industrial y agrícola, con una disposición revolucionara cada vez más madura. En medio, una endeble burguesía industrial con la pretensión de construir el mercado interno, pero que aún era demasiado inexperta para ejercer el gobierno con firmeza: la candidez como característica de tal clase.

Las siguientes fases de la revolución mexicana, la guerra civil en contra de la dictadura de Victoriano Huerta y la lucha entre los partidarios del Ejército Constitucionalista contra los de la Convención Nacional Democrática, fueron marcadas por la consolidación de las dos nuevas clases. Los capitalistas industriales lograron desplazar a la oligarquía criolla, mientras que el proletariado se consolidó organizativamente tanto en las ciudades como en el campo. En Memoria 5: Apunte sobre el sindicalismo en México ya mencioné que fue precisamente en el contexto de la derrota del huertismo que se fundaron los sindicatos más antiguos en el país: el de electricistas y el de tranviarios. Además, las ideas agrarias del floresmagonismo fueron retomadas por el zapatismo para plasmarse en el Plan de Ayala, con lo cuál el agrarismo obtuvo mayor profundidad de contenido político.

La herencia de la Constitución de 1917

Pese a que las victorias Constitucionalistas en las batallas de Celaya, en 1915, definieron el triunfo de una burguesía nacional que perseguía crear un mercado interno en México, dejando relegados a los obreros y campesinos, en la redacción de la Constitución de 1917, promulgada el 5 de febrero de 1917 en la ciudad de Querétaro, se incluyeron artículos que significaron grandes avances para el proletariado.

El artículo 27 retomó los fundamentos del Plan de Ayala al incorporar la propiedad comunal, o ejido, que sentó las bases para la reforma agraria. Por su parte, parte del programa del PLM fue retomado por los constitucionalistas de 1916-1917 para redactar el artículo 123. Al paso del tiempo, la implementación de los postulados de esa nueva Carta Magna fueron el complemento que realmente permitió el despegue del mercado interno mexicano. El reparto de tierras permitió que el país fuese autosuficiente en la producción de alimentos. La nacionalización de los recursos estratégicos garantizó el abasto de materias primas. El establecimiento de límites a la explotación de los capitalistas sobre los trabajadores en México obligó a los empresarios a mejorar los medios de producción, lo que hizo que se enfocasen en la generación de plusvalor relativo. Ni el milagro mexicano, ni la implementación de la sustitución de importaciones, ni la nacionalización de las industrias petrolera y eléctrica pueden comprenderse si no es mediante la comprensión de los efectos jurídicos que tuvo la aplicación de la nueva Constitución. A su vez, es imposible concebir la existencia de esa Ley Suprema sin tener claro que su elaboración fue, antes que nada, el resultado de la participación masiva del pueblo en las organizaciones revolucionarias, no por la gracia de un pequeño grupo de caudillos que, en efecto, les tocó el papel de tomar las decisiones, pero todo dirigente es inútil si no hay una porción amplia del pueblo que le siga, o al menos no esté en su contra.

¿Vigente?

Desde su promulgación en 1917, la Constitución ha sufrido muchos cambios, una innumerable cantidad de reformas que en ocasiones parecería que la han desfigurado por completo. Sin embargo, el espíritu de la mayor parte se mantiene más o menos en la línea original de generar las condiciones indispensables para el desarrollo de las fuerzas productivas en México. Sin embargo, hay que tener en consideración un par de asuntos. Primero, la del ’17 es una Constitución que le dio a la Revolución Mexicana un carácter democrático burguesa. Ello implica que como tal, el movimiento popular fue aprovechado por la burguesía industrial para liquidar a la terrateniente e imponer en la sociedad un programa que económicamente desarrolla la industrialización y políticamente asienta las bases de la democracia indirecta, la democracia representativa. Formalmente, los procesos electorales han sido el mecanismo para conformar el gobierno. Tales mecanismos han sido, a diferencia de otras naciones, fundamentados en el voto directo del electorado.

Segundo, el desarrollo de las fuerzas productivas en el país, gracias al marco jurídico constitucional, alcanzó su punto máximo hacia finales de los años 1970 e inicios de la década de 1980. Después de ello, las medidas por reformar el mercado interno han derivado en el lento pero constante deterioro de las fuerzas productivas, pues al favorecer la exportación de capitales no se aplican medidas para capitalizar las ganancias que éste rinde, por el contrario, las ganancias terminan siendo exportadas hacia el país de origen del capital.

Esos elementos nos hablan que ninguna revolución en México es posible si no incluye la liquidación de la Constitución de 1917. La defensa de éste implica retomar el camino del populismo burgués, lo cual definitivamente es menos malo que el camino del neoliberalismo, pero no basta.

La historia nos enseña que frente al modelo de acumulación neoliberal la Constitución creada por el pueblo después de largas guerras es un instrumento de resistencia. Pero para la clase trabajadora el camino de la revolución es la construcción de una nueva Constitución popular.

lunes, febrero 08, 2010

Reyertas 76: Con el agua hasta el cuello

Obras verbales

A la una y media de la madrugada del viernes, un fuerte estruendo despertó a cientos de familias residentes en el municipio mexiquense de Valle de Chalco, tras lo cual una inmensa corriente de aguas negras anegó sus casas. A esa hora se fracturó uno de los muros de contención del canal La Compañía y en cuestión de minutos el líquido cubrió la autopista México-Puebla. Esta es una tragedia que se repite, dijeron vecinos, quienes en su mayoría se quedaron en las azoteas.” (Pie de la foto tomada por Alfredo Domínguez, publicada en la primera plana de La Jornada, 6/2/2010). Diez años atrás, en junio de 2000, el río de aguas negras, La Compañía, se desbordó. En aquel momento las torrenciales lluvias de finales de mayo ocasionaron que los muros de contención del río se rompiesen. El saldo fueron 5,000 familias que quedaron damnificadas. La responsabilidad por aquella inundación, según la Comisión Nacional del Agua (entonces, CNA), recayó en la sobreexplotación de los mantos acuíferos que ocasionó el hundimiento del suelo de la zona.

A partir de ese momento, los gobiernos que se han sucedido a lo largo de estos diez años, tanto federales como los del estado de México y del Distrito Federal, han promulgado en diversas ocasiones, que realizan cuantiosas inversiones para evitar otro desbordamiento de dicho río. En el año 2006 que las obras definitivas se terminarían en 2008. Sin embargo, para febrero de 2008 los funcionarios de la Comisión Nacional del Agua (ahora, Conagua) informaron que tras dos años de trabajos solamente se habían concluido el 40% de las obras. Para compensar el retraso, el gobierno capitalino de Marcelo Ebrard difundió con gran amplitud la puesta en marcha de cuatro bombas que permitirían desalojar las aguas residuales de la ciudad a través del Gran Canal.

Sin embargo, toda parafernalia informativa de los gobiernos que han pasado en los diez años recientes, ha sido completamente vana. Los pasados días 4 y 5 de febrero las inundaciones por desbordamiento de los ríos de aguas residuales volvieron a hacerse presentes. Primero fueron el río de los Remedios y el Gran Canal del Desagüe (el de la millonaria inversión ebrardiana) los que colapsaron ocasionando que las aguas saturasen las calles de varias colonias en las delegaciones Venustiano Carranza, Iztapalapa y Gustavo A. Madero, en el D.F. y de los municipios de Nezahualcóyotl y Ecatepec en el estado de México. Al día siguiente, una vez más: Valle de Chalco.

¿Planificación urbana? ¿Para qué?

Esta serie de inundaciones que han afectado al Valle de México y al estado de Michoacán, demuestra dos cosas preocupantes. La primera es que el gasto que los tres niveles de gobierno destinaron a la urbanización de la región ha sido muy mal empleado, ya que se carece de la más mínima planeación urbana. Segundo, que en realidad la Comisión Federal de Electricidad (CFE) carece de los elementos para operar con seguridad el suministro de energía eléctrica de la ciudad más importante, en términos económicos, del país.

El antecedente más cercano que se tiene en el país de un suceso como el ocurrido en estos primeros días de febrero de 2010, se tiene en las inundaciones que azotaron la ciudad de Villahermosa, Tabasco, en noviembre de 2007. Lo curioso es que en ambos casos los factores principales son los mismos. Falta de planeación urbana y deficiencias en CFE.

El problema con la urbanización no es nada más que se construyen espacios urbanos en lugares riesgosos, sin un criterio claro, privilegiando los intereses inmobiliarios de la industria de la construcción. También se trata de la construcción de infraestructura se realiza prescindiendo de toda tecnología que permita una convivencia menos invasiva entre los desarrollos urbanos y la geografía. Tanto en Villahermosa como en Valle de Chalco se edificó sin tomar en cuenta los cuerpos acuáticos que se invadían. En el caso tabasqueño, los humedales que controlan el nivel del agua del río Grijalva fueron sustituidos por complejos habitacionales y calles pavimentadas con asfalto. Lo mismo ocurrió con Valle de Chalco, aunque en lugar de un río, se trata del vaso del antiguo lago de Chalco, uno de los cinco que conformaban la cuenca del Valle de Anáhuac. El proceso paulatino de desecación del los lagos consiguió que para mediados del siglo XX, en la zona el agua cediese su lugar a las tierras de cultivo: los ejidos. Fue hasta finales de la década de los años setenta que se creó el municipio del Valle de Chalco. En aquel momento sus pobladores eran inmigrantes de las zonas rurales del país, de ahí la composición étnica de la zona sea altamente indígena. En consecuencia, los predios irregulares, las ciudades perdidas, proliferaron.

Sin embargo, la creación del municipio no resolvió los problemas de urbanización y mucho menos la problemática derivada de ese tipo de asentamientos. Por el contrario. Durante la década de 1980 Valle de Chalco se convirtió en un severo problema para los gobiernos federal y estatal. Sobre todo cuando una gran cantidad de capitalinos decidieron mudarse hacia ese municipio como consecuencia de la destrucción ocasionada por el terremoto del 19 de septiembre de 1985.

El gobierno de Miguel de la Madrid acusó la generación de un fuerte rechazo hacia su política neoliberal, cuando en 1988 la votación en favor del candidato priista, Carlos Salinas de Gortari, fue nula en ese municipio. En lugar del tradicional y corporativo apoyo al Partido Revolucionario Institucional (PRI) los habitantes de Valle de Chalco, conformaron uno de los bastiones más importantes del Frente Democrático Nacional (FDN), que en aquellas elecciones postuló a Cuauhtémoc Cárdenas.

En mucho, la crítica de los moradores de ese municipio, se debió al olvido en que se les tuvo. Durante años, no hubo servicios básicos de agua potable, drenaje, alumbrado público ni pavimentación de las calles. Eso marcó una oportunidad que le permitió a Salinas de Gortari legitimarse en el ejercicio de gobierno. Simple y sencillamente aprovechó la necesidad de los habitantes de Valle de Chalco para afianzar su ficción como un gobernante modernizador. Además, con la especial atención que Salinas le dio al municipio, consiguió dos ventajas al mismo tiempo. Desactivó un bastión en el que el Partido de la Revolución Democrática, heredero del FDN, tenía mucha fuerza y le sirvió como elemento publicitario para hablar de un México que gracias a él estaba saliendo del subdesarrollo.

En realidad, los esfuerzos del salinismo fueron para construir una escenografía política. Con el paso de los años se demostró que la urbanización se hizo sin la mínima planeación. El resultado de ello es que en cada temporada de lluvias, o en momentos de lluvias imprevistas, los habitantes del municipio mexiquense ven que su patrimonio, y hasta su existencia, se halla amenazada por el río La Compañía.

Un colapso largamente anunciado

El otro factor que quedó al descubierto tanto en el caso de Villahermosa en 2007 como en el de la Ciudad de México y su área Metropolitana, fue que la política de energía del gobierno es negligentemente homicida. En Tabasco, un factor que propició las inundaciones fue el privilegiar a los generadores privados de electricidad, por lo que las compuertas de las presas del río Grijalva se mantuvieron cerradas hasta que se puso en peligro la cortina de éstas. En aquella ocasión a la CFE no le interesó poner en riesgo a las poblaciones aledañas a la rivera del río. El caso fue ampliamente documentado por el Comité Nacional de Estudios de la Energía (CNEE).

En el caso del Valle de México también fue notoria esa política depredadora para favorecer la privatización del sector eléctrico. Desde varios años atrás, el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) había denunciado que la directiva de Luz y Fuerza del Centro (LFC) estaba generando un rezago intencional con la finalidad de quebrantar a la empresa. El problema es que en ese intento por desmantelar a LFC se comenzó a poner en riesgo al pueblo mexicano, pues el aumento de las fallas en las líneas de transmisión estaba ocasionando que las bombas del drenaje profundo de la Ciudad de México no funcionasen de manera adecuada. Con el ilegal cierre (¿extinción?) de la LFC las fallas se multiplicaron como consecuencia de la incapacidad de los contratistas de CFE (recuérdese que la “empresa de clase mundial” carece de personal propio) carecen de la capacitación y experiencia necesaria para operar las antiquísimas instalaciones de la LFC.

En ese sentido, vale la pena recordar el Boletín de Prensa Urgente que el SME difundió el pasado 4 de febrero:

Estas afectaciones tienen su origen, no sólo en la cantidad inusual de lluvia caída en los últimos días, sino además que, derivado de la falta del fluido eléctrico ha sido imposible abastecer de energía para poder operar las compuertas del sistema de drenaje profundo, para así, permitir el desalojo de importantes cantidades del vital líquido de diversos ríos del Distrito Federal y del Estado de México. La suma de incapacidades e ineficiencias de funcionarios como Javier Lozano Alarcón y Alfredo Elías Ayub, han provocado el caos citadino y el justificado malestar generalizado, de la población capitalina y mexiquense.

En síntesis, tanto la ausencia de un plan para urbanizar racionalmente las comunidades de México como los engaños en el sector eléctrico demuestran que para el capitalismo la obtención de tasas de ganancia elevadas en cortos períodos de tiempo es lo más importante, incluso por encima de la vida de la sociedad. Los trabajadores mexicanos requieren de generar una conciencia de clase para romper con esa inercia del capitalismo. Se trata de algo fundamental, una lucha que incluso, es por la propia existencia del ser humano. Ni la muerte ni la derrota son opciones: ¡NECESARIO ES VENCER!

lunes, febrero 01, 2010

Reyertas 75: Un temblor que crece

A la memoria de Inocencia Cruz,

Combativa campesina hidalguense.

En la era de los gobiernos neoliberales se ha vuelto una costumbre anual la realización de protestas exigiendo mejores aumentos salariales. Ello no es casual. La política del neoliberalismo es la de incrementar lo más posible, sin importar las circunstancias, la explotación de los trabajadores con la finalidad de generar tasas de ganancia por encima de la realidad. Muestra de ello es la obstinación del secretario del trabajo, Javier Lozano Alarcón, por la aprobación de una reforma laboral que precarice más el trabajo. El pretexto del señor Lozano es el de mejorar la “productividad” del país.

El inicio de 2010 no fue la excepción. Precisamente este 29 de enero se realizó una gran movilización que tuvo su mayor expresión en las calles de la Ciudad de México. Aunque también se realizó en los estados de Oaxaca, Morelos, Chiapas, Querétaro y Nayarit. Nada más en la capital del país se calcula que participaron más de 200,000 personas. Lo cuál no es casualidad, pues si bien es cierto que las protestas se concentran en el Distrito Federal, también se debe considerar que hace unos meses se agregó otra ofensa contra el pueblo mexicano: la extinción de Luz y Fuerza del Centro (LFC).

No se puede negar que la política neoliberal ha sido una de las más democráticas que se han aplicado en México. Ha martirizado por igual a trabajadores que a campesinos. Provoca el asesinato de mujeres en el norte del país, las víctimas de la guerra contra el crimen organizado y de los criminales mismo, pero también la persecución contra los opositores que en ocasiones termina con su homicidio en el centro y sur del país. Aunque también es una política que ha compensado tanta democracia con una pobre oligarquía enriquecida cuya disposición a colaborar con el imperialismo estadounidense no conoce límites. Carlos Slim es uno de los hombres más ricos del mundo, pero la fortuna que ostentan muchos políticos no es despreciable. Estos últimos con la ventaja de estar completamente distanciados de la gente a la cuál dicen representar.

El exterminio agrario

Uno de los mayores triunfos de la Revolución Mexicana fue la Reforma Agraria. Ésta alcanzó su mejor momento durante el gobierno del general Lázaro Cárdenas, cuando se realizó el mayor reparto de tierras. Por desgracia, en los sexenios posteriores no se complementó ese gran avance con el apoyo económico necesario. Pese a las condiciones hasta 1980 el campo mexicano garantizaba la subsistencia de millones de mexicanos. Si bien, muchos ejidatarios no amasaron grandes fortunas con su trabajo, al menos tenían garantizado el abasto de granos. No solamente el propio, el modelo agrario preneoliberal también alimentó a millones de mexicanos que habitaban en las ciudades. El lastre que evitaba una mejor retribución de los campesinos por el producto de su trabajo eran los intermediarios. Fuera de la Compañía Nacional de Subsistencias Populares (CONASUPO), las comercializadoras de granos privadas amasaron fortunas considerables a través de la compra de granos a precios muy bajos y su venta a precios varias veces superiores.

La introducción de las reformas neoliberales, a partir del gobierno de Miguel de la Madrid, convirtió al sector agrícola del granero de los mexicanos a la hortaliza de Norteamérica. Sobretodo a raíz de la puesta en marcha del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN). Todavía hasta comienzos de los años ochenta la prioridad de la política agraria en México era el abasto propio de granos como el maíz. En la actualidad, el objetivo del neoliberalismo es la exportación de ciertos tipos de frutas, verduras y legumbres. Para colmo de males la reforma de 1992 al artículo 27 constitucional, en los hechos ha sido el aniquilamiento de la propiedad ejidal de la tierra. Dichas modificaciones que permiten la enajenación de la propiedad comunal fue aplicada por el gobierno de Carlos Salinas de Gortari para cumplir con las recomendaciones del Banco Mundial. La intención era simple: favorecer las ganancias de corto plazo para favorecer a la parasitaria burguesía terrateniente, pese a que en el proceso se sacrificase una actividad que en el corto plazo deja pocas ganancias, aunque en el largo permite el desarrollo de las fuerzas productivas y la generación de una mayor riqueza.

Tales condiciones han derivado en acelerar la depauperación de los campesinos. Colocan a éstos en condiciones de vulnerabilidad frente a los empresarios del narcotráfico, que con suma facilidad obligan a cientos de trabajadores del campo a cultivar estupefacientes. También se fomenta la emigración de mexicanos hacia Estados Unidos y Canadá, pues al cerrarse las opciones dentro de México para, al menos, subsistir muchos campesinos quedan orillados a buscar alguna alternativa fuera del país. No es casual que en los últimos 15 años hayan migrado, mínimamente, 600,000 mexicanos cada año hacia las naciones del norte.

Todo lo anterior ha generado un importante caldo de cultivo que ha venido cuajando en el grito de: ¡el campo no aguanta más! No obstante, la construcción de una organización agraria que realmente sea capaz de defender los intereses de los trabajadores agrícolas ha sido lenta y llena de retrocesos debido a que todavía es un sector muy marcado por el corporativismo, cuyos ejemplos más claros se encuentran en la Confederación Nacional Campesina (CNC) y en Antorcha Campesina, ambas de profundo arraigo priista. Pero también se debe a que la ideología que envuelve a la vida agraria constriñe las posibilidades de los campesinos para comprenderse como parte de la clase trabajadora. Es difícil, más no imposible, que el proletariado agrícola asuma su condición de clase y con base en ello dé el salto definitivo para transformarse en una clase para sí.

La defensa del trabajo

En lo referente a los trabajadores en los medios urbanos, las cosas no son demasiado distintas. Desde 1978 a la fecha, cuando el salario alcanzó su mayor poder adquisitivo, la caída ha sido pronunciada. Parcialmente como resultado de la especulación. En parte, por la incapacidad del gobierno para procurar los intereses del pueblo y privilegiar los de la clase capitalista.

En los últimos 25 años la planta productiva del país se ha venido desarticulando. El objetivo ha sido, al igual que en el sector agrícola, fortalecer las exportaciones, aún a costa del propio desarrollo del mercado interno. Tal trueque se justificaba con el argumento falaz del aprovechamiento de las ventajas comparativas de la economía mexicana, lo cuál se traduciría en una mayor variedad de productos que se ofertarían en el mercado y a precios inferiores. Además, según los inspirados neoliberales, esas condiciones de mercado convertirían a México en una de las naciones más competitivas a escala mundial, lo que se traduciría más temprano que tarde en la atracción de capitales como Inversión Extranjera Directa (IED).

Lo que se omitió señalar es que esa IED no se ocuparía en la ampliación de la competencia con la apertura de muchas más empresas dedicadas a la misma rama productiva. Para lo que sí ha servido la inversión extranjera ha sido para adquirir las empresas ya existentes, en lugar de abrir nuevas plantas. El ejemplo más reciente de tal fenómeno se dio a conocer el pasado 11 de enero, cuando el grupo holandés Heineken adquirió por 7,700 millones de dólares la rama cervecera de la compañía Fomento Económico Mexicano (FEMSA). El caso que ilustra en forma todavía más clara el punto anterior es el de la banca. La reprivatización del sector bancario hacia el final del sexenio de Carlos Salinas de Gortari degeneró, al paso de los años, en la fusión de varios bancos y la compra de éstos por consorcios trasnacionales de origen inglés, español y, principalmente, estadounidense. De tal suerte que en la actualidad el sistema de pagos del país se encuentra acaparado por el capital extranjero, solamente una fracción menor al 10% es propiedad de mexicanos.

Ese tipo de políticas no ha hecho más que ralentizar el desarrollo de las fuerzas productivas en el país. No se puede negar que el mal uso de los créditos otorgados por la banca mundial (deuda externa) aceleró muchas deficiencias del mercado interno. Pero entre el priorizar las industrias de exportación y el abaratamiento de la fuerza de trabajo, el problema ha empeorado en las tres décadas recientes. Ya he comentado en varias entregas anteriores que de los trabajadores que reporta el INEGI, poco más de 40 millones, apenas la tercera parte cuenta con las prestaciones básicas. Para colmo, en los dos gobiernos autodenominados del cambio se ha disparado la tendencia a las contrataciones temporales (eventuales) en lugar de la contratación de trabajadores permanentes. El otro modelo de contratación que se ha estimulado durante los gobiernos neoliberales, especialmente los panistas, ha sido la subcontratación (outsourcing), que a los capitalistas les ha estado sirviendo para devaluar a la fuerza de trabajo en México para incrementar la tasa de ganancia que obtienen.

Pero, dado que los gobiernos “ganadores”, como el del neoliberal Felipe Calderón, siempre van por más, desde el año pasado ha aumentado el tono de su exigencia por realizar una reforma a la Ley Federal del Trabajo (LFT) que en los hechos precarice más las condiciones laborales de decenas de millones de mexicanos.

A la falta de fuentes de trabajo y a la especulación de la IED hay que agregarle las facilidades que los neoliberales le han dado a los acaparadores de productos básicos. Lo cual termina agravando el problema, porque la oferta reducida de mercancías presiona los precios hacia arriba. En consecuencia, el poder adquisitivo del salario se ve afectado severamente, pues el valor dinerario del trabajo no varía en todo un año, en cambio, el costo de las mercancías más indispensables sube constantemente.

De aquí que la consigna de los trabajadores sea más que justificada: ¡Aumento salarial de emergencia! A ella habría que agregar, liquidación total de los especuladores.

La cereza eléctrica del pastel: la guerra calderonista contra el SME

Como todo un conservador recalcitrante, Felipillo I, el espurio, es una persona que sigue costumbres al pie de la letra y sin chistar. Por eso es que siguiendo la tradición neoliberal, Calderón, se empeña en profundizar la miseria de la clase trabajadora, al igual que lo hicieron sus antecesores en el cargo. Pero, hay que reconocerle a Felipe I, el breve, que también es un aventurero adicto a la adrenalina provocada por las emociones fuertes. Solamente en esa forma puede explicarse que durante el presente sexenio se recurra a acciones tan temerarias como las rijosas declaraciones que a cada tanto nos receta el secretario del trabajo, Javier Lozano, o el pedestre y artero ataque en contra del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), al declarar la extinción de LFC sin reconocerle al sindicato la validez de su contrato colectivo con la empresa que entre en su lugar.

Según Felipillo I, el católico, todos los problemas de la economía nacional son responsabilidad de los trabajadores. Ni los sacrosantos empresarios ni los pulcros burócratas de su círculo cercano tienen la mínima culpa de lo mal que salgan las cosas. Pese a que las cosas resulten mal por las pésimas decisiones de los oligarcas y funcionarios calderonistas. Bajo esa perspectiva, para Felipillo I, el espurio, no hay mayor crimen que la existencia de un sindicato fuerte que se oponga a sus deseos, por ello es que en los tres meses y medio que han transcurrido desde la “extinción” (sic) de LFC la prepotencia ha sido la actitud que rige al gobierno al tratar con los trabajadores del SME. El calderonato exige de los electricistas un tributo de humillación. Pero nuestros trabajadores saben bien defender su dignidad, al menos lo han hecho hasta ahora, lo cuál se reflejó en la masiva presencia de smeitas durante la marcha del pasado viernes (véase el video de la instalación de campamentos en el zócalo). Falta mucho y la cerrazón del gobierno es grande, pero la otrora soberbia del SME podría estar en el camino de trocarse en auténtica dignidad de clase, solamente falta superar a la errática dirigencia. Ni la muerte ni la derrota son opciones: ¡NECESARIO ES VENCER!